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miércoles, septiembre 18, 2024

Los recursos del lector frente al abismo de lo inmediato

Reportajes

César Rito Salinas
No vives desde un nombre
ni con respuestas
ni en bando
RAFAEL CADENAS, Obra completa

El sábado a la noche intento fijar el recurso que me lleva a mantener la escritura, a ubicar el resorte que me trae a la escritura; los recursos geográficos, atmosféricos, que me hacen escoger las letras que logran agarrar por los pelos, las orejas, a la idea hasta lograr que se comparta casta y densa, loca, limpia, contradictoria a ojos del lector.
Que el león entre al circo, que no se espante con las luces encendidas, los murmullos que lo miren desde la gradería y obedezca, que salte con elegancia, grácil, por el aro de fuego. Y que al final vuelva la enorme cabeza hacia la oscuridad que aplaude y lo ovaciona y sonría con esas mandíbulas de acero, aquella melena dispuesta con afiliados dientes.
Porque algo de artesanía tiene esto de escribir, algo de repetición sonsa que vuelve y va una y otra vez hasta dotarse de un estilo que no se muestra, el secreto del zurcido, para que aparezca la manta con sus hilos que enamoran.

Bien. Intentaré mostrar el reverso de la costura, los hilos de la costura pelona.
Comenzaré por decir que uno no escribe “bonito” pata hacer periodismo, digamos, no, porque se comunican realidades cruentas, de espanto. Escribir lindo sería tomar el camión a la Central para terminar en el parque Las Canteras. Encuentro entonces que escribir es pensar el tema, ubicarlo y desarrollar las palabras justas para decir aquello que se intenta decir.
Pero ¿dónde encontrar las palabras precisas?
Pacheco decía que la poesía da en el blanco, que utiliza su lenguaje para decir aquello que se quiere decir.
Porque el periodismo lleva la otra ruta, porque en busca de la objetividad toma palabras dichas por otros -el declarante- e intenta decir sus ideas con la voz del otro y falla su destino.
Y utiliza recursos del lugar común, de aquello que comunica lo ya sabido.
Termina por hacer el reporte del clima que será leído por algún despistado adelantada ya la mañana, “al mediodía lloverá”. Y el lector de esa frase no tiene más recurso que asomar por la ventana y ver llover sobre las macetas, los geranios.
Y aceptar mansamente la noticia sin noticia.
Esa materia que repite lo que por las mañanas lo que dijo el presidente de la república el día anterior.
Dedicar el tiempo a esas informaciones mata, castra, deja inválido; o, por lo menos, te conduce a la diabetes.
Los periodistas que comunican esos temas terminan con almorranas, chancros, la próstata para el rastro.
O, como mínimo, pendejos.
Porque dejaron morir su capacidad de asombro.
Dado este contexto, el deseo del poder por imponer la narrativa a los periodistas, que los periodistas aceptaron los recursos para poner en circulación para anular el ojo nuevo, la capacidad de asombro.
¿Qué noticia se da por repetición?
Ninguna.
Todos buscamos lo nuevo, lo nunca dicho.
La realidad cargada de una potencia vista por primera vez.

Pasa el camión o pasa una mosca, tare más noticias que los diarios. Intentaré explicarme con un ejemplo.
En el Centro, por las noches, a un costado de Coppel, una pareja mayor vende los mejores tamales de Oaxaca.
Ya lo sabemos, lo saben los habitantes de la república, de las ciudades de la nación, Oaxaca se caracteriza por ser la tierra de los Tamales Oaxaqueños.
¿Cómo vender chiles a Herdez?
Diré el mecanismo de un examen práctico para para determinar la calidad de los tamales:
el tiempo. Como bien saben las abuelas, los mejores tamales del mundo se comen al día siguiente, en el recalentado. Compre usted sus tamales con el proveedor de su preferencia, el de más confianza. Levante la cesta, arriba en el refrigerador. Deje pasar la noche y la mañana y la tarde siguiente sin tocar la cesta con los tamales. A la noche, digamos a las diez, baje usted la bolsa del techo del refri, ponga los tamales sobre un comal y agregue fuego.
Si al momento de comer aquella masa no apesta, coma. Sentirá potenciada la fragancia del mole, del amarillo, del frijol o le sabrá más dulce el tamal de dulce, de chepil o de manteca. Con la medida exacta, el peso justo de sus ingredientes.
La industria nos impone consumir tamales como si se tratara de comida rápida.
Y nos hace olvidar del principio del principio. Los tamales fueron elaborados por las naciones precolombinas como técnica de conservación de los alimentos, retraso de la materia que se descompone.
Bien, lo antes dicho carece de importancia si no ubicamos el contexto cultural de la artesanía.

Así las letras, los géneros de la literatura o del periodismo fueron diseñadas para nombrar las cosas retiradas de un presente.
Del calenturiento presente.
Y creo que ahí está el secreto para ubicar las palabras justas, aquellas que se apeguen más al tema, que ayuden más con sus sonidos a desarrollar la idea elegida para compartir,
Por estos días se habla del nuevo periodismo, je-je.
De la fundación García Márquez.
Nada de Benjamin. Ni de la yuxtaposición de imágenes a través de las teorías de la Julia Kristeva -que de eso no tiene obligación de saber el lector.
Nada de urgencias con que amanecen las hemorroides de políticos y gobernantes.
Nada de eso.
Habrá que acercarse a la letra, al tema, con la idea que se leerá en un momento de mañana, cuando termine la urgencia.
Oaxaca es la tierra de los hermanos Flores Magón, de José Vasconcelos, de Juan Ignacio Bustamante -el primer periodista de América.
Mire usted que ahora unos descarados miserables nos dicen que el periodismo está en la solución latinoamericana, el periodismo literario.
No.
Los que escriben para las fundaciones de periodismo deben guardar sus ansias para otros tiempos -si es que los lectores aguantan y no se extinguen.
¿Cómo encontrar el nuevo tono?
En la conversación con nuestros vecinos.
La señora de los tamales me pregunta, ¿qué va a llevar? Dos de mole en hoja de plátano, dos de amarillo, por favor.
Pago con un billete. El señor recibe el dinero y pregunta, ¿no traerá usted los 20 pesos suelto? No, respondo, y encojo los hombros en señal de disculpa.
El hombre, lento, toma su tiempo y mientras resopla, respira, elige las monedas, me entrega el vuelto.

Señores periodistas, lo último que hay que leer será la crónica periodística. Menos los trabajos que emanan de los talleres del nuevo periodismo, eso lo pueden saltar sin remordimientos.
La velocidad es asunto de vecinos, los asuntos del ritmo -el viejo y el nuevo- es asunto de la gente ociosa.
El país, nuestra ciudad llegó a padecer este presente porque la dejamos en manos de los especialistas, de los políticos y los funcionarios capacitados para desempeñar el puesto dentro del organigrama del gobierno.
¿Por qué dejamos que pasara esto?
Porque nos convencieron del progreso.
Padecemos un desgobierno, ¿por qué confiar en ellos?
Los funcionarios llegaron inspirados por ideas de izquierda.
Nos dejaron en este páramo donde no alcanzo a levantar el valor suficiente para preguntar al que camina por la acerca a mi lado, perdone usted, ¿qué hora es?
Para mí que el periodismo y los tamales no son asuntos de especialistas, de capacidades obtenidas en talleres y conversatorios. Que los periodistas lean sí, será muy necesario, a condición de que no lo hagan como si se tratara del nuevo catecismo.
El nuevo periodismo cambió de santos patronos, del tenebroso PTI a los oscuros sótanos financieros de las fundaciones.

Las palabras elegidas son un poco asuntos marginales, abarcan noticias que salen de la urgencia del del presente, palabras que reconocen los lectores y a las que entrega su confianza.

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