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domingo, diciembre 22, 2024

Los temas de la escritura con dientes

Reportajes

César Rito Salinas
La escritura con dientes lleva mensaje a mi persona, como frío de Muertos que se cuela bajo la puerta y muerde el cuerpo de los que se aman.
Hija y padre.
El padre.
El viento caliente del puerto salta en la calle y se instala en el pecho. Eso hace con todas. Yo andaba buscando el mar, aquélla tarde del café cuando nos encontramos. Por eso te confundí con la mujer de mi vida; te advertí un rostro, un cuerpo con olor a mangle rojo, a humo y pescado entre tus ojos. Yo andaba buscando el mar, tenía hambre.
Los olores son el principio de todos los equívocos porque no tienes oportunidad de verificar origen y autenticidad de lo que percibes y te guías sumergido en un pasado remoto, el hambre. Estreno lápiz, corre suave sobre la hoja. ¿Tendrán dientes los signos que se apuran por salir de mis manos?
Los hombres disponen de veinticuatro horas del día para realizar su suerte, así lo decía mi madre (arde el fugo desde la madrugada. En la playa del mar se celebra a un dios antiguo y bondadoso, benigno que permite comer carne humana. La ola sobre la espuma rasga, repite un sonido, como la vuelta de las páginas del libro. Yo se guío por los sonidos, la repetición del sonido, en realidad desconozco demasiado, sólo intuyo; de la página a la palabra a otra palabra que no dice nada, ciega y muda atenta al olor que se esparce y se junta al cuerpo de mujeres y hom
bres transpirados que bailan a un dios antiguo y bueno, en la playa con el aire repleto de sal). Todos tienen veinticuatro horas para hacer su día, yo sólo cuento con un cuarto de la parte de ese tiempo, del mediodía a la hora del sol poniente. No tengo naditita de tiempo. Todo proceso creativo llega a partir de una gelatina que tiembla. Me maravilla la flama del encendedor, tanto poder en mi mano. Sólo ocupas dos horas para realizar la escritura. El tiempo restante lo debes emplear en dormir, beber, salir al cine.
Como en las tareas escolares en casa, en la niñez, creo que el resultado final de toda acción escritural está en la punta del lápiz, su filo, el ojo ciego, irreal, que lo mira todo y me sigue hasta en los sueños. Caligrafía. Hay un simio que corre en el patio, un columpio que canta entre las hojas secas de árbol. En la infancia mis padres guardaban una cámara Leica en los cajones del buró.
Desde la infancia abro cajones en espera de encontrar las imágenes que adoraron mis mayores. No existe diferencia entre escritores y criminales, los que afirman lo contrario son mentirosos o porfiados. Los pequeños gustos de la infancia, comer gelatina con sabor a naranja mandarina hacen la obra.
Todo aquello que tiembla, desubicado. Los años de la infancia, sus gustos y sus temores son lo único humano en el proceso creativo. Toda escritura habría que traerla de lo infernal, de la cosa que tiembla, cabeza de gelatina, de revelaciones y recuerdos de aquello que ya no existe (estoy dentro de las aguas del mar, bien lo sé. Pero mi sangre siente que está aprisionada en la panza de un caballo que galopa en la playa).Tanta vida diminuta a la altura de las orejas tratando de entrar a los pensamientos. ¿Por qué no habríamos de escuchar voces en el silencio?
Aquella casa era bella, levantaba el muro perimetral al borde del arroyo. Sobre las piedras del arroyo se arrastraban los muertos, la violencia, el crimen. Por ahí pasó la revolución. Un día mi hijo conocerá a Neruda, pensaba yo en aquel tiempo. A mi primer hijo le puse por nombre Narval, como la ballena libre que recorre los mares. El nombre lo menciona Neruda en sus memorias. Unicornio marino. Yo tenía diez y siete años cuando nació aquella criatura, mi hijo. Pensé que al ponerle ese nombre le arreglaba la vida, pero sólo levanté para su existencia el muro del silencio.
El nombre está antes de la cosa. Yo quería que mi hijo recordara tardes felices de su infancia, por eso me hice poeta. Entre la puerta y la cama hay un espacio desconocido.

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