Mazunte con pistola
Ya con bastante sueño, me acoste a la orilla del charco; a un lado puse mi cadena de oro, mi reloj y la pistola. Caí como piedra. Un ruidito extraño me despertó, el reloj y la cadena ya no estaban, no así la pistola que, en la apretada oscuridad, dejaba ver su brillo metálico.
Seguí el rastro por entre la hojarasca y, sorpresa mayúscula, hallé al mazunte portando mi reloj y mi cadena. Lo conminé a que me los devolviera, pero el animalito, tenazudo y renuente, se negaba con especial terquedad.
No me quedó otra más que arrebatarle las prendas para regresarme a dormir. Otra vez el sueño, y en seguida el ruido y el sobresalto. Pero esta vez tampoco la pistola estaba, mi temor se hizo mayor por los riesgos que esto implicaba.
Ninguna huella de humano. Seguí otra vez el rastrillo entre la majagua; pues sí, hallé al mazunte ataviado con mi reloj y mi cadena, pero esta vez también con la pistola en sus tenazas, amenazante, mohíno, resuelto a no devolverme lo mío.
Opté por lo más sensato: -Da acá mazunte – le dije- sólo devuélveme el arma, vete a presumir lo demás.
Fer Amaya
(Versión de la literatura oral costeña)