César Rito Salinas
Los gestos que caracterizan nuestra persona están a disposición de quien te mire, nunca nos pertenecieron.
Canta el pájaro en el patio, berelele.
Olvido.
En todas partes hay un ojo y un sujeto ajeno que anhela inmortalidad. El ojo nunca se cierra y está cargado con equipo fotográfico, dispuesto a capturar lo memorable. El patio de la casa de los mayores recibe tu primera humedad, el primer suspiro. Ay (me hundo, sólo escucho el borboteo de la espuma que me rodea). Antes del aguacero el viento se llevó todo, hojas del periódico, platos desechables, la ropa del tendedero, cenizas y ceniceros en el patio grande de la casa donde velaron a tu padre.
Las palabras.
La mirada se rige por el sentimiento de culpa y la rendición de cuentas. Los labios resecos. Justicia. Gota de agua, canto de la noche que nace entre tus manos. Lengua roja humedecida. No hay delito que perseguir, ella amó a su padre. El amor es un perro muerto atravesado en el patio en la casa de los mayores.
El poder de la gota que resbala por tus piernas, todo el poder, el abismo que se impacta contra tu gemido; en la secreta gota de agua se extiende cielo e infierno. ___ ¿Qué podemos hacer con los muertos? –preguntó ella. Caminos, árboles que cobijen nuestro paso –respondió el viento (Salgo del mar sobre un caballo bermejo, huyo de los que bailan junto al fuego, los adoradores del Dios Caníbal).
El fotógrafo hace la historia.
Ahí están los juicios de Núremberg.
Los que juzgan requieren imágenes. Pongo por caso, frente a un cerro de cadáveres el primer impulso será cubrirse la nariz antes de tirar el vómito donde menos ofenda. Luego se recuerda la cámara colgada del pecho y con una mano sostiene el pañuelo en la nariz y con la otra se lleva la cámara al rostro. En medio de las dos acciones existe un olvido, uno olvida retirar el cubre lentes. Así el poeta en el teatro de operaciones, a veces se olvida retirar el cubre lentes del objetivo de la caja de hacer poemas.
El poeta anda con el aparato registra poemas pegado al pecho, todo tiempo. Fotógrafo incansable. El objetivo del lente cubierto por la tapa oscura. ¿Por qué olvida retirar el tapalentes?
Porque lo sorprenden las arcadas.
Porque para el poeta es más importante cuidar la máquina que hacer el registro. Que progrese el rojo como en el infierno. La palabra cómplice y ron concuerdan un día, una noche, alguna tarde arisca, (distraídas horas del humano tiempo), para nombrar a los hermanos mayores, los finados que nunca se fueron.
Parlanchina deriva taciturna, amiga de toda la poesía como la lluvia y sus demonios que nos conducen a otro sitio, como cigarro de hoja, terco y fiel en el puño, como mezcal de los montes, altanero y grande, como la lumbre, ingobernable que delira a los poco urbanizados 55 grados del alcohol, que hierve y pide y llama (convoca pues) y logra el impulso imposible, hacer hablar a los muertos a la hora en que se columpia la tarde entre las ramas del guamúchil.
De lo que no puedo hablar no hablo.
Las balas cantan baladas sencillas y tristes de las gestas heroicas por amor a la tierra, de peligros buscados pen el amor de la mujer, de amistades traicionadas. Pon atención, escucha lo que pasa silbando junto a tu cabeza. Yo necesito el silencio, el silencio es Dios, para que hable mi pecho. Algunas llamas solas danzan en el anafre. Temporada de huracanes. Ayer la radio anunció el desfogue en la presa Benito Juárez.
A inicio de año los turistas recorrían a pie los restos del templo del siglo XVI que fuera sumergido en las aguas de la presa.
El tiempo cambia, el clima resulta impredecible.
Seis pueblos en la zona resentirán el desfogue.
El gobierno bloquea en los puentes el paso peatonal. El mal gobierno resurge con los daños causados por la tormenta. Como talajes enrojecidos, como hongos, mala yerba. No para de brotar mientras la gente mira y calla frente al aguacero. Que prospere el rojo entre las letras, que abarque los silencios.
En la tarde del aguacero con el pasto verde engordan poemas y zancudos y entristecen las vacas de tanto que engordan.
Dos relaciones habrá que encontrar en las palabras, aquellas que brindan sentido y las otras, las que otorgan clara oposición. Bien morir, maldecir al gobierno. Yo prefiero las palabras opositoras, algo tienen que ver con la lluvia que grita largo entre la pala del payloader que no se cansa de apartar escombros, remover cadáveres que siembra el mal tiempo.