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viernes, noviembre 22, 2024

Pasadas las fiestas de Muertos

Reportajes

César Rito salinas

No me gusta escribir la historia de la historia, carece de símbolos, prefiero escribir sobre viejas canciones brasileñas que me enseñaron el secreto de la narración.

A veces pienso que se requiere algo de carne, alguna salpicadura roja, un timbre algo sanguinolento y quejumbroso que pueda oler el lector.

Algo que aumente la temperatura de los prados.

¿Cuánto representa la comba del imaginario? Lo que gira otorga el cambio. Aislado puede mover al mundo. El misterio de la mirada, la creación, se extiende sobre territorios pilosos, amplia superficie podada. El rulo. En la adolescencia yo soñaba con naciones de pelo rizado. De lo arrasado brota el olor que respiramos. Todo esto ocurre en el preciso instante en que una voz irrumpe.

– Ya, deja eso –dijo la Voz.

La nariz toca una superficie sedosa.

Membrana que separa el mundo de la tarde y el placer, la tierra tiembla con el paso del tren carguero. Lo mítico cabe en el puño mientras el sol avanza hacia el poniente. Podría llevar la Historia, pero me detengo.

El nombre, aunque interesante, resulta demasiado largo para efectos del interés de los lectores. Quedo en esto: Tarde de Calor, Cuarenta y Cuatro Grados a la Sombra (en la sombra el viento lleva aroma como sonrisas y saludos, blancas manos agitadas, cordiales).

Entonces recibo el golpe.

El parásito hace que me mantenga después del golpe. Estrellitas, veo estrellitas. El parásito come estrellitas, se alimenta de lo que se ve en la caída, de lo que se observa desde la lona. Torpor, movimiento lento.

Antes de volver a abrir los párpados. Contrapicado/cartapacio.

El parásito chafa que me devuelve la vida. El perdedor. El Que Come Golpes. Recio, fuerte golpe de la suerte, la vida, las estrellas.

Señor Destino, disculpe usted, ¿tendrá una taza de azúcar que me regale? Toc-toc. Callejón de la angustia, la negrura.

El único que sabe el camino es El Que Come Golpes, quien se nutre y avanza, crece. El que habita lo adverso, el sin tierra.

¿Cómo podría llamarse origen a quien mora la nada?

El que me mantiene mientras abro los ojos y me levanto. Porque ahí está en el callejón oscuro. Y mientras cierro los ojos y reacciono para que él llegue a la hora de alimentarse rompe los cristales de la casa de la vecina o mira el culo de las mujeres que pasan.

El mismo que me pierde y me recupera en la hora cierta de la desgracia, el cabrón que juega en mi contra.

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