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viernes, noviembre 22, 2024

Pintura y poesía, las formas de la narración*

Reportajes

César Rito Salinas

Cuando caigo, caigo.
(…)
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.
BEATRIZ VIGNOLLI, La caída

Buenas tardes.
Dividiré la charla en tres momentos con la intención de que, entre todos, nos acerquemos a la imagen en la plástica y la poesía a partir de comentarios sobre la narración.

UNO
Cuando decimos que miramos en ese instante elaboramos un relato. Alejandro Santiago (Teococuilco de Marcos Pérez,1964-Oaxaca de Juárez, 2013) me dijo una tarde en la zona de frutas de la Central de Abastos, mientras disfrutábamos un mezcalito que habían sacado los diableros, que la pintura requiere del “cuentito” La narración que descifre significados ocultos en el cuadro, los motivos de la imagen. El que mira se llena de dudas, pregunta, interroga sobre aquello que sus ojos miran. La narración nos hace permanecer en este mundo, nos convierte en semejantes -el prójimo. Pintar será ese diálogo con uno mismo y con lo mirado, en intento de elaborar respuestas, significados. Mirar y hablar son uno mismo, aunque de aparente naturaleza opuesta que, sin embargo, se complementan. El poema expresa con imágenes su lenguaje de símbolos; “Érase un hombre a una nariz pegado,/era una nariz superlativa,/érase una alquitara medio viva/érase un peje espada mal barbado”.//” (Quevedo, Soneto a una nariz), la pintura va de la imagen al relato que intenta dar respuesta a las preguntas que nacen al mirar.
Pintura y poesía requieren de la narración, si seguimos el consejo del finado Alejandro quien mejor elabore su cuentito tendrá mayores posibilidades de permanecer en la pintura y en la poesía.
DOS
Las pintoras, los pintores, firman sus cuadros, ¿por qué será? ¿Qué decimos cuando decimos la palabra “mirar”? Trataremos de acercarnos con ejemplos breves que nos lleven a establecer el concepto y sus variables. En la poesía se requiere de la narratividad para compartir símbolos; la pintura, sea la técnica que se utilice, se requiere de palabras para significarse describir la pintura. Solo recordemos que los cuadros necesitan de un Título para lograr vigencia y temporalidad en el mundo del arte, salir a venta. Narrar es elidir, ocultar el significado con gestos, señas, imágenes, actos, palabras. Decimos de la amada: ¿qué me quiso decir con ese gesto de sorpresa? Con los amigos decimos, no te entiendo -pero permanecemos en el grupo de aquellas amistadas porque deseamos saber al final qué hacen, qué dicen, qué futuro les espera.
Didi-Huberman en Lo que vemos, lo que nos mira (2010) nos dice que aprendemos a ver en la infancia, cuando alejados de la madre, en su ausencia, contemplamos con admiración los objetos que nos rodean. La imagen más simple forma en nuestros ojos “una herida”, vemos para cubrir esa herida, la ausencia de la madre. Hasta el momento que lo que se ve se abra de improviso. Alcanzado por algo que, en el fondo o desde el fondo-, lo hiende, lo mira. La imagen más simple, sin duda: pura acometida, pura herida visual. Pura posición o desplazamiento imaginario. Pero a sí mismo un objeto concreto -bobina o muñeca, cubo o sábana- justo expuesto a su mirada, justo transformado. En todo caso un objeto actuado, rítmicamente actuado.
TRES
Filón entró al pozo y sintió que era bueno respirar en el fondo de la tierra -la humedad genera esa materia oscura que muestra las capas geológicas que levantaron a lo largo del tiempo y lluvia la constitución del terreno. Pudo imaginar las vueltas de la tierra alrededor del sol, su registro del aire. Al imaginar dentro de aquel silencio recuperó el momento de la especie humana era por era, ciclo por ciclo. Fue el primer hombre sobre la tierra, otorgó nombre a las cosas por repetición de sus asombros o por la salivación que le producían al repetirlos entre murmullos. Descubrió que en la repetición crecían los nombres.
Nombrar las cosas otorga poder, dentro del pozo Filón pudo pasar inviernos y veranos, lluvias y nevadas, sin lastimar la carne.
Solo consumía el nombre de las cosas, bautizó los mares y los cielos, las nubes, las estrellas. Encontró las palabras que fueron mencionadas antes del soplo divino, y las olvidó. Ocurre que un nombre suple a otro nombre, que el pecho carga con una caja de resonancia que y que un nombre ocupa el espacio de otro nombre. Filón le dio nombre a los sueños, tan misteriosos como las piedras que sobresalían en las paredes del pozo. El nombrar los objetos anula la diferencia entre noche y día.
Cuando dio nombre a los animales, ganó peso. Cuando llegó a la zona de las rompientes de las olas perdió la vista, pero pudo salir adelante porque para mencionar los nombres no se necesita claridad sino voluntad. Le creció la barba, mencionar los nombres arranca las fuerzas del cuerpo. Filón fue consciente que nombrar las cosas resulta un trabajo interminable. Cada noche tenía que bautizar nuevos sueños.
Cada mañana registraba la variedad en el canto de los pájaros, resultó imposible dar nombre a las variaciones -solo el cenzontle posee cuatrocientas voces-. Filón sopló y resopló. Escuchó el ruido del motor de una máquina, sintió agobio.
Una tarde cayó a sus pies un balón de futbol, Filón guardó silencio ante esa compañía. Una joven se asomó al claro del pozo, dijo, bolita joven. Filón fue sacado a la superficie con la ayuda de la máquina y los trabajadores. Corrió la noticia, la gente de los pueblos vecinos llegó a ver al hombre que habitó bajo la tierra. Santo. Santo, coreaban.
Filón abrió la boca, dijo: apesto.
Pero la gente no alcanzó a escucharlo, peleaban los pelos de su crecida barba, sus cabellos. Santo. Santo, Santo, coreaban. Y ya los trabajadores punían manos a la obra para levantar una ermita. Abramos la charla.
GRACIAS

  • Palabras del autor en la charla previa a la reinauguración de la Galería Estudio de Código Nahual, Reforma 406, Centro, Oaxaca
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