César Rito Salinas
Nada necesitas para empezar, salvo las palabras.
Las palabras caen con aplomo sobre el pecho como rayos de sol negro que ilumina a los desesperados.
Me detengo la frase -la frase me lee con sus mil ojos.
Uno
Frente a mis manos está la página en lanco, es demasiado por aquello que se puede lograr con dos dedos con los que escribo.
A mi lado crece la sombra de los maestros, el mundo se engradece y se aclara con las letras de los maestros.
Solo soy un montón de dudas, temores.
Y este deseo de mal contento de sentarme frente a la máquina con la cabeza puesta en otro lado.
Dos
Porque así se escribe, desde otro sitio y no en aquel en que estás. Solo frente a la máquina, en el más completo de los silencios. ¿Han ustedes escuchado el sonido hueco y lejano de las teclas al ser golpeadas por la yema de los dedos?
Suena como motor del último camión de la media noche.
Uno quisiera evaporarse de aquel sitio aterrador, donde no vuelan ni los zancudos.
}y sin embargo quien escribe se queda. Y hace zonas las letras del teclado una y otra vez, mil veces suena el espacio hueco, vacío.
Y se escribe.
Al escribir lo primero que se sacrifica es el tiempo para vivir. Lo segundo, la economía. Te conviertes en un improductivo, un enfermo, un disminuido que solo puede sentarse frente a la máquina por horas, días, meses.
Tres
Un terco que nada gana con esa conducta repetida.
La historia, la bandera que nos guía en la cruenta guerra contra los fantasmas.
Sitio Tiburones
El viento es el Paraíso, dice Pound.
En el paradero del Sitio Tiburones, en Salina Cruz,
una adolescente vende su cuerpo.
El patio de la escuela
Entrar al patio de la escuela era desafiar las leyes de la naturaleza,
Viento, sol de mar sobre aquel más viento. Arena, el cementerio, las calles
enfangadas de la colonia San Juan.
Las redes
El viento lame los cuernos salados de los aparejos. Las redes son cartas humedecidas de amor. Los barcos pesqueros drenan la herida por el costado. Fluye el agua como sangre, no deja de manar. Vía de agua, el regreso a casa. En la embarcación los hombres muerden la madera salitrosa del mondadientes, hartos de calores y peces. Todo lo oscuro del océano viene del interior de la embarcación. Los hombres navegan con la cabeza cargada de presagios. La tierra es un recuerdo que zozobra con la surada en el costado. El puerto duele enterrado a los pies del navegante. La imagen del tierno pezón flanqueado por el pelo hirsuto, como una guirnalda, es la bandera de las navegaciones. En el fondo de la bahía duerme la mujer que espera sexo. Miles de hombres del mar hambrientos de sexo cargados de astrolabios, almadrabas, batiscafos. La mujer iluminada por escamas, corrientes de la bocabarra, pájaros y medusas.
El hambre
Yo vi derrumbarse las pesquerías,
es grande el estruendo que hace una sociedad cooperativa
de producción pesquera al derrumbarse. Grande,
como el ruido del hambre en las entrañas.
Coca Cola
Dar el consejo hasta quedarse sin él. He visto a los hombres viejos amarrar la existencia a una botella de Coca Cola, con gran pasión -como el que se abraza a un frasco de medicina. Los pájaros cantan en la tarde. Hasta esta mesa en la que escribo, superficie forrada con talavera de soles amarillos, escucho cantar los pájaros trepados en árboles. Los imagino diminutos músicos armados con trombones y trompetas, tamboras. El biombo que oculta la ventana no me deja ver el exterior. Tengo hambre, tengo vómito. Escucho la trompeta vegetal de las aves. Corre el viento, la mano sobre el trasto de palabras extraña la cadera de mujer o el nacimiento de sus senos. Los pájaros no saben en su grande y daltónica mirada que escribo las palabras cadera, mujer, senos sobre este espacio en rojo que se alarga como escupitajo.
Cuatro
Lo dicho, se requiere bien poco para empezar a escribir la página en blanco; quizá, luego de las palabras se requiera un mínimo de aplomo -o de suerte. Nadie lo sabe, la respuesta se hundirá con los miles de almas que intentan cruzar el gran desierto de la escritura, sin lograrlo.
