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lunes, marzo 10, 2025

Tres imágenes del valle

Reportajes

César Rito Salinas
1
El olor de la manteca de cerdo me hace entrecerrar los ojos.
Inhalo profundo.
Saboreo el aire
La manteca para los frijoles refritos, para el tasajo con gordo. El viejo peluquero por mis cabellos. El espejo refleja un rostro que no es el mío, una cara ensombrecida por los días; la madrugada. El olor de la manteca de cerdo, como en los días de mi niñez cuando mamá se afanaba en la cocina antes de mandarnos a la escuela. Pelón pelonete cabeza de cuete. El viejo peluquero investiga el avance de la diabetes en mi bigote, la barba. Manos de arrugas que huelen a manteca de cerdo. Cuando pases por mi casa de doy un puñete. Peluquería.

2
Hay días en la vida en que el sol amanece como para salir a la calle y comprar un rosal. Regresar a la casa y buscar la barreta y la pala para plantar el asombro amarillo y verde en una esquina del patio.
Hay días en la vida en que alguien nos pide un rosal. Uno que tenga el rocío sobre hojas rojas o blancas o rosadas o amarillas. Un rosal todo verde, lleno de espinas. Rosal.
Hay días en la vida en que uno obedece y es feliz caminando de regreso a casa con un rosal entre las manos. Llegan los días en los días de un hombre en que no se para a pensar lo que hace y saluda a los vecinos y dice buenos días y camina.
Y es feliz, sin tener motivo para serlo. Hay días en la vida de un hombre en que ha de andar por la calle con su rosal entre las manos. Como si recién saliera de una panadería con el mandado de la mañana entre las manos.

3
Uno debiera andar por las calles del barrio con certezas, seguridades, como si trajera un puñal escondido en la cintura. Así, como andan los matones en el cine. Caminando sin patear la lata. Seguro en el andar. Saludando a los vecinos. Dando sus saludos a los vagos. Con la mano derecha metida en la bolsa de los pantalones. Uno debiera andar por las calles del barrio como si tuviera destino. Así, como andan los políticos en los actos inaugurales.
Los gobernantes que ensayan sus pasos públicos y privados ante el espejo.
Uno debiera andar por la calle como si se dirigiera al velorio de un familiar cercano. O como si fuera al parque a ver a su enamorada. O como si estuviera de regreso del cine imitando el andar de un actor de moda. O como si entrara en la tarde en una peluquería, todo dispuesto a perder años de encima.

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