César Rito Salinas
Uno
La gente se queja, en el periodismo no hay historias con final feliz.
Sí las hay, personalmente creo y defiendo esas historias con fanal feliz.
Pondré ejemplos.
Por la tarde una adolescente sale de casa rumbo al COBAO de Pueblo Nuevo -pongamos que se llama María.
Ella entrada la noche vuelve a casa.
Esa es una historia con final feliz, que María vuelva a casa y salude y se siente a cenar en compañía de su familia, madre padre, sus tres hermanos.
En el terreno de la narración el resumen la figura gramatical más importante, guía el relato.
Detengámonos en este hecho narrativo, el resumen.
Estamos acostumbrados a la demanda de información alarmista, como lectores pedimos que nos cuenten la historia de una adolescente que salió a la escuela y nunca llegó.
Que en el trayecto sufrió un accidente.
Que ocurrió un terremoto que barrió con la escuela en Pueblo Nuevo.
Estoy de acuerdo, ese es el presente del manejo informativo, la desmesura de la catástrofe en el lenguaje de la prensa.
La información es producto del lenguaje.
Pero ¿quién impone ese lenguaje?
Para mi que hay una hormiga vengadora -vengativa- que recorre las redacciones, que infecta con sus intenciones los equipos donde diligentes reporteros escriben la información cada tarde.
Esa hormiga vengadora se llama jefe de Edición, el editor.
Pero ¿quién es este personaje?
El animal que se alimenta de “clics”,
El que asume, dice saber -conocer- qué es lo que le gusta a los lectores.
El que sabe del “tempo de la narración.
El que carga el ojo esclerótico que no se mueve y no se sorprende.
El que defiende los intereses de la empresa.
El representante del “patrón” en la tierra.
El que enrola, jerarquiza, otorga dimensión e importancia a la información dentro del medio.
Entre más sangre, mejor.
El vampiro.
Posee un argumento irrebatible, la objetividad.
Dos
Ahora bien, habrá que parar.
La convivencia social obliga a múltiples tonos en el manejo informativo.
Me gustaría poner otro ejemplo.
Quizá en la inauguración de la carretera que atraviesa los Coatlanes hacia la costa sea de importancia, es un hecho, pero habrá que preguntarse para quién.
Para los usuarios, ¿para el gobierno, para las empresas del transporte?
El lenguaje del periodismo cuenta con géneros informativos, que intentan acercarse lo más posible a la “realidad” de un hecho para dar el tratamiento narrativo a nivel de “fenómeno” de la “realidad”.
De los periodistas queda el frecuentar en sus reportes los géneros informativos.
Lo que más se maneja en los medios es “la nota” informativa (por espacio al interior del medio, por el tiempo de lectura, por la rapidez al momento de reportar los hechos).
La “nota” forma el conjunto de palabras que responde a las preguntas básicas del asunto periodístico: qué, quién, cómo, cuándo, dónde. Porque no hay “tiempo” -esto quiere decir que el reportero está obligado a una carga de trabajo, carga que puede ser de tres o hasta cinco o seis notas por jornada.
¿Por qué señalo esta característica demasiado técnica del periodismo?
En el oficio hay mitos.
Uno de ellos es la verdad, la objetividad, el hecho verificable.
Para mí que todo el lenguaje -más el escrito- está cargado de subjetividad.
No se puede reportar asuntos que no sean verificados, reales.
Somos redactores no dioses.
Se puede reportar de la política, que es por donde se le mire resulta la expresión de ficción más pura y dura.
Pondré otro ejemplo.
Cuando se reporta que Avilés abandonará las filas del PRI -un hecho sin confirmar ¿acaso no se trata de una especulación, de un hecho no real, de una ficción?
Las columnas de opinión se basan en ficciones.
Y también las notas informativas (nota de evento) que solo hablan de inauguraciones, de giras presidenciales io de montos de inversión.
Señalan el hecho sin contexto -el estilo de los cuentos de hadas-, no hay hecho sin antecedentes que lo originen, sin su contexto.
El registro periodístico marcha en otro sentido.
De tal suerte que, de lo antes expuesto, podemos decir; no hay nota informativa con final feliz.
Esto ha traído algunas consecuencias.
La prensa cada día pierde lectores.
Por este tiempo, para estar informados, nos inclinamos cada día a revisar las redes sociales, cuentas particulares de los funcionarios, de los actores de la información.
Y en cada lector existe también una hormiga vengadora que selecciona, voraz, lo que debe leer y aquello que debe pasar por alto.
Tres
Hay casos que marchan con signo contrario.
Hay una columna de Martín Caparrós titulada Contra los lectores. Sí, habrá que estar alerta del “gusto” de los lectores que en su santa inocencia pondera más la información de una giraba sobre los orígenes del crimen organizado en nuestro país.
El “gusto” se educa.
¿Quién educa nuestro gusto?
La familia, guiada por las instancias de gobierno, la ideología imperante.
Vuelvo a la escena de María, la estudiante del COBAO de Pueblo Nuevo, al regreso a su casa, por la noche, cuando cena con sus padres.
¿De qué conversa María en la cena?
En la sobremesa su madre le cuenta los pormenores de la colonia, celebración de cumpleaños, asaltos, fallecimientos.
El padre cuenta del ambiente en el trabajo.
Madre y padre opinan de lo cara que está la vida.
Y de ahí.
De esa escena de la conversación sobre los problemas cotidianos que enfrenta una familia oaxaqueña se asienta el final feliz, que nunca vemos.