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viernes, noviembre 22, 2024

Vagabundos ejércitos de la madrugada

Reportajes

César Rito Salinas
Narro historias realmente exageradas.
El consumo es un ciclo que cuenta con sus horas de oposición (toda verdad surge en oposición y tiempo de sosiego). Preferimos entendernos con las dificultades. Los pensadores del ciclo del consumo decidieron combatir toda oposición con puertas abiertas de la tienda a la medianoche.
El sueño resulta el nido de los opositores.
Me sigo preguntando por los encuentros de futbol intergalácticos. Marte contra Venus, por ejemplo.
Llega hasta la libreta este domingo el bostezo de la lavadora. ¿Ya hablé aquí de los sonidos del domingo?

Travieso
En la tarde antes del aguacero me acerqué a distinguir el crecimiento lento de la pata de elefante, sus hojas que se precipitan como tromba verde, repentina, inesperada. En la calle los ebrios bailaban con mezcal, maguey sagrado.
Sonaba el triángulo percutido por la diminuta barra metálica del señor que vende las obleas. ¿Por qué dura tanto el sonido del triángulo de acero?
Ese sonido está en mi cabeza desde la infancia.

  • Ni soy de aquí –dijo el señor de las obleas-, vengo de muy lejos, más allá de Tlacolula.
    El proceso creativo
    Todo empezó con una frase, “quiero leer algo escrito por mí”.
    En casa había unos siete mil libros, una biblioteca no muy extensa para una persona agobiada por su pasado.
    Una biblioteca pequeña y selecta, lo que me trajo en horas de la madrugada el pensamiento siniestro, quería leer algo distinto a lo que produjeron las grandes mentes de los siglos anteriores.
    Y ese deseo descubrió o hizo aflorar, hizo visible lo que necesitaba, algo escrito por mí.
    Las horas de la madrugada son largas y extenuantes.
    Quien permanece despierto incomoda a los que duermen. Camina, enciende la luz, hace ruido en la cocina.
    En la madrugada el silencio se desnuda frente a los objetos, los hace transparentes, flotan, pierden peso.
    Y el que está despierto tropieza con todo, como un ciego.
    La solución para aquella angustia de causar molestias en la madrugada a quienes viven conmigo fue obedecer al deseo, “leer algo distinto, algo escrito por mí”.
    Resultaba atractiva la idea de sentirme personaje de un libro, un ejemplar perdido entre las páginas de siete mil libros sólo para hacer la madrugada llevadera, quitarle peso y solemnidad a las cosas desnudas que surgen intempestivamente a nuestro paso. Para no hacer ruido con los tropiezos, no molestar a otros.
    Ese fue el motivo de esta escritura, “algo escrito por mí”. Lo demás es vicio de lector, simple consumidor de literatura. Bien se sabe, un libro lleva a otro. Así justifico la obra que surgió con la necesidad de no molestar a otros.
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