<para Lucy Garcia, en esta hora aciaga>
Tu sangre derramada, tus sueños hechos trizas, tu valor volcado sobre la greda de la feria de mi pueblo. La larga noche del dolor que trasegó el corazón de los tuyos, sin que hubiera un momento de consideración o sosiego, los pasos de la muerte instruida por los odios de alguien, las hienas del odio babeando a muchos kilómetros de distancia, en espera de ver cumplida su encomienda dictada a los lebreles del furor, a los mercantes de la insidia. La estupefacción de los que se mienten a sí mismos para creerse sus mentiras, los que alternan juicios para devaluar tu muerte, los que menosprecian la certeza de tu sacrificio de madre noble y aguerrida, los que desconocen tus esfuerzos para resolver en otros lo que no pudieron resolver en ti. Un legato de lágrimas para tu sangre derramada, la consigna del tiempo para tus sueños fenecidos, el oro de este canto para tu valor a toda prueba. Porque es tu sangre, sangre mía, oriunda de la mies y de su lucha, un mérito de nubes escarlata en la región solana de los Valles, y en el rumor de mar sobre la Costa. En tu profundo sueño abrevará la suerte de los fervientes cantos insumisos, los que no venden su voz a la perfidia, los que enarbolan el pendón de la quimera. Iremos por el arnés que nos permita gobernar el potro que hace ya tiempo intentamos domeñar, el de la mentira, el de la falacia, el de la inopia. Cuando decido ver para no olvidar, Lucy Garcia, en menoscabo del odio, en pro del amor, te abraza mi pecho enternecido y convoco a la luz para incendiar la certeza de nuestro breve paso por la vida.
Fer Amaya
