Las definiciones de la conducta, puedo decir un estilo de vida que forma una ética personal -la visión del mundo que guía nuestros pasos-, una experiencia, logra que se borren los límites entre la verdad y la ficción. En 2020, en plena pandemia, entrevisté a la contadora Reyna Santillán que -generosamente- me narró su pasado, los días difíciles de la niñes y su adolescencia; quedé sorprendido por esa vibrante historia humana. La entrevista de aquel año quedó integrada a la novela Ramas del aire, ganadora de la convocatoria Parajes de la SECULTA de aquel año de la desgracia, el 2020.
Cuando en pandemia “la economía se encuentra de rodillas”. En el día a día de las personas los libros no son ajenos, forman parte de nosotros desde muy temprana edad, títulos y autores arman presencias que nos acompañan y guían con su manojo de historias, “en el pueblo, donde no había bibliotecas, a los nueve años cayó en mis manos Alicia en el país de las maravillas, que marcó mi tiempo para hacer el futuro.
Esta es la experiencia lectora descolocada, desde la comunidad y con prácticas culturales opuestas al -podemos llamar- “proceso occidental de la cultura”. La mayoría de las veces, a la lectura, la experiencia lectora del campo a la ciudad resulta poco afortunada, por no decir ingrata. Este fue el caso Reyna Santillán, presidenta del Instituto Mexicano de Contadores Públicos en Oaxaca, contadora, abogada, doctorante de Contaduría, con maestría en Políticas Públicas
– Las imágenes, los dibujitos, el hecho de leer aquella primera historia lo cargué muchos años.
Los padres de familia relacionan lecturas con artes, creatividad, con la vida de los artistas; algunos de ellos, apartan del mundo de los sueños a sus hijos para ubicarlos en espacios de las situaciones concretas, los encaminan por estudios formales, que pueden ayudarlos a hacerse alguien en la vida: “la imaginación, la creatividad que puede apreciar en aquella lectura inicial me hizo acercarme a los libros”.
La contadora habla de su experiencia lectora.
– No es fácil leer en una comunidad, el primer libro me llegó a través de un vecino; sus hermanas vivían en los Estados Unidos, ellas leían, el vecino me prestó El Principito, El viejo y el mar, lecturas que pude hacer algún tiempo más adelante.
El inicio en la lectura será en el tiempo de los niños o no será: “los primeros libros de mi vida los leí en los próximos tres años; antes de salir de mi comunidad no conté con la posibilidad de tener libros, mi mamá no era una persona que estuviera metida en la lectura, era una campesina y lo último que le interesaba era un libro”.
Originaria de San Francisco Yaté, Villa Alta, una comunidad que está antes de Yalalag, Betaza, un pueblo muy pequeño, una agencia que pertenece al Distrito de Villa Alta, “mi lengua materna es el zapoteco, aprendí a hablar el español a los 12 años, que fue cuando salí de mi comunidad”.
La contadora Reyna dice de los tiempos de su infancia:
– El Distrito entero se conoce por su música, las bandas, la famosa Banda Caguama; las bandas infantiles, que son muy populares. No hay fiesta, alegría, si no está una banda, que se ocupan en eventos culturales, religiosos, sociales; la banda de los adultos. En mi infancia no había oportunidad para que en la región las niñas estudiaran música, tuve otra etapa: mi experiencia artística fue ir al molino, aprender a hacer la tortilla, cocinar; mi mamá me enseñó las medidas para no quemar las yemas de los dedos al voltear la tortilla, eran grandes tortillas. Mi función iniciaba temprano, antes de las 6 de la mañana, al salir al molino y volver para aprender a hacer las tortillas. En ese tiempo la música era para los varones; las costumbres cambian, ahora las niñas pueden estudiar música.
– ¿Cómo fue su salida de Yaté?
– Mi huida del pueblo fue por el temor al matrimonio, ese fue el principal motivo para salir de la comunidad. A esa edad ya estabas pedida y dada; yo dije, no. Yo me voy, prácticamente fue huir a la Ciudad de México, tuve la suerte de contar con una madrina allá, que me dio espacio en su casa y me mandó a la secundaria. Los primeros años fuera de casa estuve en Ciudad Neza, recuerdo mucho esa secundaria, en la escuela Juan Gutenberg 196, colonia Las Flores. Ahí pasé los primeros años fuera de casa. Con el tiempo me insistieron, regresa, ya estás grande, ya te puedes casar; dije, no. Continué con la vocacional.
Llegué a vivir con otros familiares, en La Nueva Aragón, ya de ahí estudié en el Politécnico, donde hice la carrera. Estudié en el Poli porque era la única opción para poder estudiar y trabajar. Tenía muchas ganas de estudiar Filosofía y Letras, pero no había esa posibilidad del apoyo económico.
La contaduría me apasionó, empecé a realizarme profesionalmente, desde la Vocacional estuve en el área de auditoría en los trabajos que ocupé. El área de fiscalización fue lo que más me gustó, desde el primer contacto. A esa edad ya podía decir: ya sé, ya puedo realizar este trabajo. Me hice de medios para terminar la carrera, superarme, hacer la tesis, titularme y concluir esa parte de los estudios.
– También estudió Derecho.
– La Contaduría me apasionó por el lado del orden, la transparencia, la fiscalización; tengo inquietud por luchar por los derechos a la transparencia, a la participación ciudadana. Mi participación, desde los estudios, fue la de alzar la mano y participar. Pertenezco al Comité de Participación Ciudadana, en el Sistema Estatal Anticorrupción, viendo la parte de la rendición de cuentas, de combatir la corrupción.
Podemos mejorar nuestro país, nuestro entorno como seres humanos. Como ciudadanos podemos construir la transparencia gubernamental, esa es mi meta, la inquietud; por eso estudié la segunda carrera, el Derecho; ganamos en el terreno del Derecho primario, los derechos Humanos, ahora vamos por los otros derechos, los derechos colectivos, de ver por los demás, que la gente tenga vivienda, que tenga un medio ambiente mejor, que tenga una salud pública digna y decorosa, una mejor educación.
– ¿La corrupción es el gran flagelo de los gobiernos? ¿Qué papel juegan los ciudadanos?
– Esto es un punto importante, la mayoría de las veces pedimos que la solución venga de arriba, que la solución a los males que padecemos venga del gobierno, pero no creo que funcione así. La mayor parte debe ser de la ciudadanía, las buenas prácticas.
Como ciudadanos estamos acostumbrados a realizar malas prácticas, inaceptables. Por eso tenemos la corrupción. Creció tanto que la aceptamos nosotros mismos. No habrá dinero que alcance para combatir la corrupción, si nosotros no tenemos buenas prácticas anticorrupción en la familia, la escuela. Como ciudadanos. El ochenta por ciento del combate a la corrupción corresponde a la ciudadanía; el otro vente corresponde a la administración pública.
Si tenemos la cultura de las buenas prácticas ciudadanas no requerimos de mucho dinero para combatir la corrupción; hay municipios, agencias, Oaxaca ofrece los mejores ejemplos de rendición de cuentas y transparencia. Con buenas prácticas se evita la opacidad, como ejemplo de lo efectivas de estas acciones tenemos el Covid-19; las comunidades permanecen sin brotes por sus buenas prácticas de prevención. Será el mismo principio cuidarno, que nos importemos todos para combatir corrupción y opacidad.
– Las comunidades permiten ejemplos notables de gobernanza.
– Será muy importante retomar las buenas prácticas de las comunidades, en las asambleas se tiene que decir cómo fue la administración, de un año, de dos o de tres, el tiempo en que se ejerza el cargo; de manera anual se tiene que rendir cuentas delante de la asamblea. Ahí se ratifica el mandato o en caso de duda, ahí se para. Así como aceptamos los estatutos normativos, las designaciones comunales de la tenencia de la tierra, tenemos que aprender de las comunidades el ejercicio de la rendición de cuentas; más allá de los soportes tecnológicos, muchas localidades no cuentan con internet, pero tienen de forma presencial la práctica de rendición de cuentas, que hacen delante de una asamblea.
– En las ciudades no se conoce ni al presidente de la colonia.
– Esa es la parte que nos toca como ciudadanas, darnos la oportunidad de involucrarnos, decimos muchos pretextos para no involucrarnos. Nos da miedo la responsabilidad social, debemos dejar de ser apáticos con nuestros propios asuntos; esa es la parte en la que me gusta de participar, activarme.
– En la colonia debemos aportar y vigilar que se destine el recurso recaudado para los propósitos planeados.
– Tenemos que vigilar que se destine el presupuesto público, saber si quien administra tiene probidad, conflicto de interés; es muy importante involucrarnos, preguntar. Eso lo aprendí desde niña con el libro de El principito, a mantenerme siempre en estar preguntando; nunca conformarnos.
Los libros que se leen en la infancia forman los motivos de las acciones de los adultos, aquella imaginación se vuelve propósito, carácter; al niño se le debe dar la oportunidad con los libros, de formar su propio acervo de imaginación para que adulto tenga los motivos de su acción: así es como tenemos que educar a las nuevas generaciones.