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sábado, septiembre 7, 2024

Hay una pantera que habita por el rumbo de la central

Reportajes

César Rito Salinas

En las páginas de los diarios encontramos la nota roja, narraciones crueles que muestran la pasión y el dolor que carga la insondable alma humana; ¿por qué tenemos gusto por esa escritura? Crímenes crueles aparecen en las letras, nos horrorizan. ¿De dónde viene esa narración? ¿Por qué nos gustan? Para mí que esa escritura tiene su origen en el relato mágico, en los cuentos de hadas que le dan poder a personas, objetos, pensamientos cotidianos que -por algún motivo- se transforman en el relato de la violencia sin fin.

I

Ricardo sintió un golpe bajo, tremendo.

Se trata de encontrar una pantera, un animal que te cuide y te guíe por esta ciudad cuando atraviesas las sórdidas calles de la central de abasto.

. Marcos cuenta ya con su pantera -dijo Roberto.

– Eso no puede ser -dijo Ricardo-, el compa está más extraviado que un delfín en Periférico.

– Sí lo tiene -insistió Roberto-, Juan me contó la hazaña,

Habían tomado una botella de mezcal espadín en CUISH, de un tiempo a la fecha habían descubierto que les resultaba más económico comprar el trago por botellas que pagar las elevadas copas.

En la terraza de la mezcalería CUISH estaba colgados los cuadros de un pintor folclórico, de esos que abundan en la ciudad, eran poco antes de las cinco de la tarde, las cinco en punto de la tarde.

– Los puestos del tianguis que se pone los lunes estaban recogiendo, pero ya era la noche -dijo Juan-, la hora en que los malditos ladrones se aparecen. Marcos llegó por un mandado de su madre, no se supo si eran tomates o sandías, o mangos para el pastel de cumpleaños de su hermano Luis. La nube de zancudos que llegaba desde la playa del río ya cobraba sus primeras piezas, Juan seguía a una bestia enorme, tampoco supimos si era un lobo o un perro enorme, un perro del ártico o un jaguar.

– O un tigre -dijo Mario, bien chismoso.

Los huesos aparecieron bien blancos allá por el puente Valerio.

– Tres pobres rateros que se olvidaron que es mala idea meterse con quien carga protección en el camino -dijo Juan.

Desde las mesas de la mezcalería se podía ver la tarde bermeja que caía sobre Monte Albán. El cielo estaba cargado de nubes, pero hacía calor.

– Pobres -dijo Mario.

-. Niños -repitió Juan.

Por San Martín y San Juanito, por Montoya corrió la noticia.

– Hay un tigre.

– Hay un puma.

– Hay un bestia con hambre que c uida a los desprotegidos.

Los malandros, mientras se aclaraban los rumores, tomaron una pausa.

Bajo el puente Valerio siguieron apareciendo huesos, bien pulidos.

II

La pobreza y el hambre levantan historias verdaderas, cuentos.

El mezcal tiene la llave que guarda la memoria, el recuerdo de los olores percibidos en la infancia. Afuera cayó la noche. Hiram, el mixólogo, llegó a la mesa y dijo: ya vamos a cerrar.

Pidieron otra botella de espadín.

El miedo estaba puesto en la puerta de la mezcalería.

III

Los sentimientos de temor también forman parte de la realidad.

– No te creo -dijo Roberto.

El espadín estaba bueno, traía sobre los cincuenta y cinco grados de concentración alcohólica. Por la bebida se arrimaban a esa altura de Díaz Ordaz, pasando Zaragoza.

Al caer la noche brotó el inconfundible olor de las alcantarillas.

– Pinches batos -dijo Ricardo- el día que se los cargue su puta madre van a entender. En esta ciudad los cuento vacías son reales.

La calle estaba oscura, silenciosa.

El sonido de los pasos rebotó contra el asfalto cuando Ricardo se metió las manos a los bolsillos de sus pantalones. Ni un maldito peso para el camión; tenía que atravesar la central para llegar a su cuarto en la calle del arroyo, en San Martín. Por instinto, por precaución en la calle se tocó la cartera, dijo: voy a buscan a Juan, que me lleve con Marcos; necesito que me preste la pantera.

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