Salomón Jara, reculó; pero no ofreció disculpas públicas que decenas de trabajadores le solicitaron mediante carteles y bloqueos el pasado lunes, luego que, desde palacio de Gobierno, en la conferencia de prensa, los acusara de corruptos.
En los hechos, este lunes aplicó la vieja lógica militarista: el que manda, manda, y si se equivoca, vuelve a mandar. Sin dar respuesta positiva a la petición de la base gremial, envalentonado y sin control de sus palabras se aventó contra los trabajadores de todo el gobierno estatal y contra los taxistas.
En la conferencia informó de una conversación particular que tuvo con el anterior gobernador, Alejandro Murat, donde le pidió, dijo, tres cosas: que no se ampliara la base de trabajadores del gobierno, que no se diera más fiat de notario público y que no se otorgaran más concesiones para los taxistas de la ciudad y el estado.
Pero no pidió disculpas, todo lo contrario, abrió más frentes.
Hay gobiernos que enfrentan crisis de gobernabilidad y de confianza por situaciones económicas, porque azotan desgracias naturales, epidemias, terremotos, descalabros en la economía y, hay otros, que enfrentan la rebelión por su lengua, por sus palabras dichas al amparo de la difusión oficial.
Salomón es de esos, no deja de tirar el tepache.
Las protestas comenzaron, la semana que pasó, con los trabajadores de base de SEMOVI, a los pocos días se sumó el personal del DIF, pedían disculpas públicas al gobernado, pasados ocho días, en lugar de disculpas solicitadas los amenaza: está pensando, dijo, en elaborar un decreto para que sea mediante ley, emitida por el Congreso, que se prohíba el otorgamiento de un mayor número de bases para el personal.
De este afaire entre los trabajadores sindicalizados y el titular del ejecutivo, se guarda una experiencia: la protesta pública será el camino para detener la imparable verborrea que padece el gobernador, que, en su extravío, dijo: no todos los trabajadores” son corruptos, que hay buenos elementos comprometidos con el servicio del pueblo de Oaxaca, pero hay unos pocos que sí lo son.
El pez por su boca muere.
De estas declaraciones incendiarias y protestas, se apreció el nulo compromiso que el secretario de Administración, Antonino Morales Toledo, tiene con los trabajadores, que, en los techos, funge como su patrón. Ante el conflicto tomó las de Villadiego, desapareció. Y fue el gobernador el que entró a recular, para tomar impulso y tirar a matar contra los trabajadores.