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sábado, noviembre 23, 2024

Xiomara Castro asume la presidencia de Honduras entre inestabilidad política

Reportajes

Milton D’León/La Izquierda Diario

“Un día histórico”, así anunciaba la mayoría de los medios por ser Xiomara Castro la primera mujer que asume la presidencia del país Centroamericano y haber llegado con un amplio margen de votos y haciendo sentir su peso en la propia capital Tegucigalpa como en la industrial San Pedro Sula.

La asunción fue realizada en el Estadio Nacional de Tegucigalpa, a más de 12 años del golpe de Estado que derrocó al expresidente Manuel Zelaya, montado en un avión en horas de la noche y puesto en pijama en el aeropuerto de la capital de Costa Rica. Un golpe realizado con la venia del imperialismo estadounidense.

Pero las propias cámaras no pudieron ocultar, pues era el centro de la tensión de la realidad política nacional y el tema de toda la prensa local e internacional desde los días previos, que se trataría de una juramentación fuertemente marcada por circunstancias inesperadamente insólitas a pocos días de su asunción por la disidencia de 18 diputados de su partido Libre, quienes realizaron un pacto con el opositor de derecha Partido Nacional del derrotado Juan Orlando Hernández para elegir al presidente del Congreso.

De esta manera, a pesar de su importante victoria electoral, el Gobierno de Xiomara Castro entró en crisis antes de tomar el poder y cruzado por una inestabilidad política. Los disidentes de Libre nombraron a Jorge Félix, del mismo partido, presidente del Congreso con el apoyo de más de 70 de los 128 de sus miembros, contrariando la orientación de la presidenta. En paralelo los sectores del Partido Libre afines a la ahora ya mandataria, nombraron también como presidente a Luis Redondo, la figura previamente pactada con el aliado Partido Salvador de Honduras (PSH), con los 32 diputados de Libre e igual cantidad de suplentes, además de los 10 del PSH y algunos del Partido Liberal. Se generaba así por la vía de los hechos un Congreso bicéfalo. Es de remarcar que Xiomara Castro fue electa con una gran participación electoral y con un importante porcentaje de votos, que sin embargo no le garantizaron una mayoría simple en el Congreso.

Dentro de los planes trazados por Xiomara Castro, aparecía como un movimiento importante que Luis Redondo, del PSH, fuera el jefe del Congreso, tras un pacto realizado con el máximo representante de dicho partido y ahora primer vicepresidente designado, Salvador Nasralla, un hecho que aumentaba las posibilidades de tener mayor consenso parlamentario y conquistar una mayoría que le otorgara alguna gobernabilidad. El sorpresivo giro político de los 18 diputados dejó en ascuas a Xiomara Castro, y aunque aún no es público lo pactado entre los diputados díscolos y el conservador y derrotado Partido Nacional, el hecho es que torpedeará con seguridad la futura administración de la flamante presidenta.

Faltaban pocas horas y no se sabía ante quién se juramentaría Xiomara Castro, si ante la Corte Suprema de Justicia, aún controlada por el derrotado y ya ex presidente Juan Orlando Hernández, ante alguna de las dos presidencias del bicéfalo Congreso o ante un juez de la República previsto también en la Ley. Todas las voces previas anunciaban que asumiría ante el Congreso presidido por Luis Redondo, reconocido por Xiomara, pero a último momento optó por hacerlo ante una jueza, seguramente para dejar abierta la puerta de la negociación con el sector disidente –negociaciones que venían desde el día anterior–, así como para prevenirse de alguna demanda si lo hacía ante el virtual presidente del Parlamento, afín a su partido. A Luis Redondo solo le quedó el formal papel de ponerle la banda presidencial como gesto simbólico.

Aunque es de destacar que la nueva presidenta hondureña se ha visto respaldada internacionalmente, y nada menos que por Estados Unidos, quien estuvo en 2009 tras del golpe de Estado que derrocó a su esposo Manuel Zelaya. Esto se expresó con la representación del más alto nivel, haciéndose presente la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris. Así también por el apoyo del Estado Español, quien envió al rey Felipe VI, que cumple funciones de Jefe de Estado, el espaldarazo argentino enviando a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, otros mandatarios de la región y representaciones de muchísimos países.

Pero este espaldarazo internacional no se corresponde con la crisis interna que afronta. La carencia de una mayoría en el Congreso puede hacer que los niveles de aceptación inicial se diluyan si la mandataria no logra los mecanismos legislativos para sus promesas, si es que estaba en plan cumplirlas a cabalidad. Es que ya Xiomara Castro llegaba condicionada políticamente en cuanto a su programa por el pacto que había realizado con el partido de Salvador Nasralla (PSH), quien ahora es el primer vicepresidente del país, y que en las elecciones llegó solamente a 10 diputados al Parlamento. Ahora con un Congreso dividido y en completa minoría parlamentaria (el Partido Libre ahora ha quedado reducido a 32 diputados), no se avizora más que inestabilidad política, independientemente de quién dirija el Congreso, o dependerá mucho de las negociaciones en curso.

El cuadro más claro de su debilidad política fue la reunión que mantuvo con Jorge Cálix la noche anterior, previa a la ceremonia de pose presidencial. Si hace unos días lo llamaba “traidor”, este miércoles le ofreció un puesto en su Gobierno, ocupar el codiciado Coordinador de Gabinete, para permitir que el puesto lo ocupara su candidato Luis Redondo en la cámara, negociando in extremis en el último momento. No se cerró un acuerdo, pero el hecho de que no se juramentara ante Luis Redondo, indica que la pelota sigue en el juego y las negociaciones siguen su curso.

Sumado a toda esta crisis política está la propia crisis estructural de Honduras. El país se desangra en una crisis económica y social sin precedentes, es lo que expresan las caravanas de migrantes que salen rumbo a Estados Unidos, en busca de un puesto de trabajo por la miseria en que viven en su propia tierra. Por eso no fue casualidad que la mandataria lo expresara en su primer discurso presidencial: “La catástrofe económica no tiene parangón en la historia del país y esto se refleja en un aumento del 700 % de la deuda y de la pobreza, que se elevó a 74 %”, agregando que “Somos el país más pobre de América Latina. Eso explica las caravanas de migrantes que huyen hacia el norte arriesgando sus vidas”.

Es la pobreza, violencia y opresión lo que ha caracterizado a Honduras en todos estos años, siendo que las condiciones de miseria son brutales. Honduras fue azotada por dos huracanes devastadores en 2020. La pandemia de COVID-19 elevó el nivel de desempleo a 10,9 % el año pasado, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y la economía se contrajo en 9 %, según el Banco Mundial. De allí que algunos de sus anuncios fue declarar que un poco más de un millón de pobres no pagarán la electricidad y un subsidio para bajar el precio de los combustibles.

Xiomara Castro llega a la presidencia montada con el fondo de un gran descontento social en Honduras. La explosión de rebelión del 2017 no solo fue por el fraude electoral del Partido Nacional, sino y sobre todo por las condiciones de calamidades de la vida imperante. Hay expectativa en buena parte de los trabajadores, sectores populares y campesinos en la nueva mandataria, hija de terratenientes de una de las zonas agroganaderas más importantes del país.

Pero el pueblo trabajador y campesino hondureño solo puede confiar en sus propias fuerzas, su movilización y métodos de lucha, retomando sus combates y organización de manera independiente del nuevo Gobierno y de los partidos patronales peleando por sus demandas fundamentales. Ese es el desafío que se les presenta y a ello deben apostar en la actual situación.

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