NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS
La falta del sentido de la trascendencia histórica lo explica, pero no lo justifica. Las políticas públicas en este sexenio estatal más enfocadas en el enriquecimiento rápido que en la verdadera atención a los problemas nos deja como herencia la devastación forestal provocada por el mezcal y la apropiación de la gastronomía popular por unos cuantos cocineros.
Desde su campaña, Alejandro Murat se acercó a los mezcaleros para ofrecerles todo tipo de apoyos y, con base en ello, el gobierno se volcó a la promoción desmedida, ensuciada por el claro favoritismo hacia unos afortunados por sobre los demás.
La loca promoción provocó una fuerte demanda del producto, demanda para la que no se estaba preparado y mucho menos, se tenían en cuenta planes de mitigación para el impacto ambiental provocado por la necesidad de satisfacer al mercado.
En las redes sociales se difundieron videos de maquinaria devastando la zona natural protegida de los alrededores del sitio arqueológico de Yagul. Arrasaron con la vegetación nativa para convertirlos en campos de agave mezcalero. La indignación se pudo medir en la dureza de los comentarios de la gente.
Este hecho fue una raya más al tigre de la indiferencia oficial por la conservación del medio. Desde hace unos pocos años inició el desmonte de miles de hectáreas en toda la región que inicia en Matatlán y llega más allá de Yautepec. El valle de Nejapa está colmado de campos de magueyales en gran parte de su territorio.
El desmonte de la flora nativa provoca daños irreversibles. La tierra se está empobreciendo rápidamente, las plantas que eran hogar de aves y pequeñas mamíferos y reptiles han sido convertida en basura, los frutos silvestres en los que se alimentaban los murciélagos están muy disminuidos, la luz del sol, con sus rayos ultravioleta, golpean directamente la tierra, matando bacterias útiles para los cultivos.
Además de la devastación de la tierra el consumo de agua para producir cada litro de mezcal es enorme y se agudiza más en períodos de sequía como el que atravesamos. El consumo de leña es un escándalo. Se necesitan miles de pies cúbicos que de algún lugar deben estar saliendo.
Lo escribimos aquí hace unos meses, la gran afectación ambiental que provoca la producción del mezcal, cada día en aumento, podría provocar que las influyentes asociaciones ecológicas de los Estados Unidos o Europa pusieron la atención en ello y, en un caso extremo, solicitar restricciones para nuestro producto estrella.
Por otro lado, también en redes sociales se difundió ampliamente otro video de un joven oaxaqueño que denunció un trato denigrante en el restaurante Pitiona. No apareció desmentido alguno, por tanto, la discriminación debió haber sido tal cual.
La improvisación cultural de esta administración dejó en manos de personas muy buenas para el negocio, pero nada conocedores a fondo de las historias y tradiciones populares, que se apropiaran de la construcción cultural actual. Nada que ver con aquellos hombres y mujeres del siglo pasado que construyeron nuestras tradiciones sin ánimo de lucro de por medio, los impulsaba al amor por su tierra. Hoy todo se hace y se mide con la cantidad de turistas y dinero que pueden dejarles a los afortunados propietarios de las zonas turísticas de la ciudad y del estado.
El legado que nos dejará esta administración en materia cultural estará construido no en las necesidades de la gente común y corriente, sino en la construcción de una cultura basada en la premisa de que debe gustar al turista y, por tanto, debe ser de alto contenido comercial y muy superficial. Es cierto que la cultura es nuestra principal, y casi única mercancía, pero la cultura que llama la atención por su arraigo y trascendencia es la popular surgida de los barrios pobres y no la que se vive en zonas residenciales, como San Felipe o San Agustín, Etla.
El peso de la principal figura pública, el gobernador, influye directa o indirectamente en muchas cosas. Y las preferencias personales por ciertos cocineros o restaurantes no deben tomarse como señal de que son lo mejor o más representativo y auténticos de nuestra cocina. En todo caso, es obligación del gobierno, que opera con recursos públicos, hacer una promoción horizontal para beneficiar con recomendaciones, apariciones en revistas internacionales, TV o programas especializados en cocina a personajes populares y auténticos y no exclusivamente a sus preferidos. Esta conducta ha construido divos insoportables, practicantes ortodoxos del epicúreo “vivir para comer” en lugar de lo noble que es comer para vivir.
Culturalmente hay muy poco destacable del gobierno saliente, aunque no tan malo como el de Gabino Cué, el peor de la historia en materia cultural. Gran error ha sido favorecer a las pequeñas burbujas con las que se codea e ignorar que lo que atrae de nuestra tierra y lo que más valoran quienes vienen de viaje, es lo popular.
Twitter @nestoryuri