NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS
Una enorme lona lo señalaba, era el informe de la Senadora Susana Harp. Como todo circo político lo merece, un presídium al frente, luces, sonido, enormes pantallas y sillas.
No, no se trata de un mitin con una parchada carpa en medio de alguna plaza pública, se trata de un acto político en el recién inaugurado “Centro Gastronómico de Oaxaca”, un espacio para la cocina oaxaqueña convertido en devaluado foro para la exhibición de vanidades.
La legislatura anterior del Congreso local, mediante un exhorto oficial, pidió al mandatario no entregar esa obra para beneficio de la Canirac. Desde este espacio y desde muchos otros de las redes sociales se pidió que no se construyera con el erario un lugar para beneficio de un pequeño grupo de privilegiados cercanos a la corte de palacio. Es obvio que ni lo leyó, ni lo escuchó y, mucho menos, hizo caso alguno.
Llamarle “gastronómico” a esta colaboración tiene sentido. En este momento no es un “Centro Gastronómico”, solo es un mercado que, tal vez, algún día alcance la otra categoría. Mercados gastronómicos hay muchos. Todos los centros comerciales tienen uno en el área de comida. Se oferta una variedad de alimentos diferentes que le permiten a los comensales elegir el tipo de comida que desean, de manera informal e inmediata.
Este modelo de mercado no es idea original de las autoridades locales de turismo. Seguro copiaron el modelo español, específicamente el de Barcelona en el que hay, por lo menos cinco. El más famoso es “La Boquería”. Y se trata de mercados que existen por sí mismos, sin necesidad de justificación amañada en una escuela. Las características de los mercados están en su condición popular, nada complejo, de comidas callejeras casi siempre y con variedad de ofertas.
La política de la masificación turística oaxaqueña ha recibido la cereza del pastel con este mercado. Es una obra pensada, diseñada y construida para el turista gentrificado. Nada tiene de popular. Desde su inauguración, los vecinos de los barrios cercanos lo han recorrido por curiosidad, pero seguro no han estado dispuestos a pagar $85 por tres memelas, o $120 por una torta que pueden conseguir más económicas en algún puesto callejero.
Tan vacío como el aire que recorre sus pasillos está este edificio, una estructura de acero, concreto y bóvedas catalanas que están muy lejos de lucir como los renders ilusos que mostraron a diputados y medios. En el desértico AIFA llevan gente con peleas de lucha libre, este solitario mercado quieran llenarlo con acarreados para mítines políticos. Algo consumirán.
Hay un mensaje que no debemos dejar pasar por alto, claro y fuerte, además. En el viaje de campaña disfrazado de conferencia magistral que hizo Claudia Sheinbaum a Oaxaca no fue llevada a comer por sus anfitriones, el rector de la UABJO y el gobernador electo, al famoso “centro”, fue invitada al “Mercado 20 de noviembre”, recibió amplia difusión y la información hacía énfasis en que era el lugar correcto para encontrar la comida típica.
El ahora foro político y gastronómico oaxaqueño dejará utilidades para unos pocos afortunados, pero el costo ya lo estamos pagando todos. La ciudad de Oaxaca está exageradamente “gentrificada”, los precios de los productos y servicios están por las nubes. Y no se limitan a lo que tenga que ver con el turismo puesto que las rentas, los taxis, los alimentos, el ADO o muchas otras cosas están carísimas solo por el hecho de ser ciudad turística.
Casi no tiene gente, pero el dichoso lugar ya es una pequeña pesadilla aún para los mismos restauranteros que están ahí. No hay estacionamiento disponible y la calle tiene un carril confinado para bicicletas. Cosas básicas como será la llegada de pipas de agua o gas serán un fastidio para la zona, subir o bajar equipos de sonido e iluminación, subir o bajar pasaje y muchos otros movimiento de un lugar como el que se pretende.
El futuro será más difícil con la escuela que anuncian. Más autos, más gente, más agua, más basura, más ruido. Y los alumnos serán también víctimas gentrificadas cuando busquen algo barato para comer en esa zona y, en muchas cuadras a la redonda, no encontrarán alimentos al alcance de sus bolsillos.
El gobierno no debe adoptar la postura empresarial de los privados. Todos los que ahí están tienen la capacidad económica para construir un centro privado a todo lujo. Y están en su derecho y es correcto que tengan utilidades con sus negocios. El gobierno debería haber abordado el tema con una visión más amplia, considerando la antropología, la sociología, la historia y hasta el aspecto químico y biológico de la cocina tradicional.
Llama la atención como chefs muy famosos a nivel mundial, uno de ellos con categoría 3 estrellas Michelín, cuando vinieron a Oaxaca fueron a los mercados y disfrutaron la comida callejera. Anthony Bourdain comía en mesas con manteles de hule de desconocidas fondas. Lo mismo Dabiz Muñoz, sin poses ni chocanterías.
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