NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS
Como parte del eslogan propagandístico del ayuntamiento de Oaxaca de Juárez se incluyó la frase “por una ciudad educadora”. Pero ¿Qué es una ciudad educadora?
De acuerdo con la asociación Internacional de Ciudades Educadoras, de la que forma parte Oaxaca, un ciudad educadora es “aquella que apuesta por la educación como herramienta de transformación social”, lo que se logra con nuestros actos y nuestras palabras, de acuerdo con información del sitio web de la asociación mundial de ciudades educadoras: https://www.edcities.org/
“La educación tiene lugar a través de múltiples espacios, situaciones y agentes muy diversos. Dichos agentes son las múltiples instituciones, la diversidad de personas que aportan su experiencia y transmiten valores. La ciudad educadora no se limita al gobierno municipal, es un proyecto de toda una ciudad basado en el diálogo entre el gobierno, la sociedad civil y las ciudades del mundo”, dice un video en la misma página web.
Se trata de mejorar el bienestar de los habitantes, se promueva la igualdad de oportunidades y la educación en valores democráticos y la cooperación internacional. Se estimula la participación ciudadana, se fomenta la conciencia de lo público como un bien común, se valora la convivencia y el respeto a la diversidad y respeto a los derechos.
Existe una carta de las ciudades educadoras, que se fundamenta en la declaración de los derechos humanos, el compromiso de eliminación de todo tipo de discriminación, el pacto sobre los derechos del niño y otros acuerdos internacionales. Son tres grandes capítulos los que comprenden este proyecto: el derecho a la ciudad educadora; el compromiso de la ciudad y el servicio integral a las personas.
La asociación nació en Barcelona en 1990 y se han ido sumando ciudades alrededor del mundo que forman, por ejemplo, la red portuguesa, la red italiana o la red argentina de entidades educadoras.
De acuerdo con la información del propio sitio web, la mayoría de las ciudades educadoras están en Europa y algunos países desarrollados de Asia y Oceanía. Europa cuenta con 364 ciudades asociadas, América con apenas 81, África con 7 y Asia-Pacífico con apenas 30. Esto nos deja ver que el proyecto de ciudades educadoras aplica con poblaciones más maduras y conscientes que la nuestra. México, en total, hoy en día solo porta 14, la mayoría con un perfil turístico, como Oaxaca, San Cristóbal de las Casas, León, Morelia, Guanajuato o la CDMX.
En general, la iniciativa por las ciudades educadoras es positivo, máxime en una ciudad como Oaxaca en donde el civismo brilla por su ausencia, en que los habitantes no ensañamos con nuestra propia casa y la vandalizamos con cualquier pretexto.
Una actitud civilizatoria hace mucha falta y no debería limitarse al ayuntamiento de Oaxaca de Juárez sino a todo el territorio estatal. Por ejemplo, en lugar de aplicar millones de pesos a la promoción del gobernador en sus sueños presidenciales deberían invertirse en campañas de educación cívica que tienen más impacto social que una campaña política.
Pretender crear una ciudad educadora en la cuna de la tragedia educativa provocada por el magisterio mafioso puede tener más de una lectura. Pueden existir motivos sinceros dado el desastre cotidiano que padecemos en la ciudad capital y que es necesario detener. Puede ser que solo sea una propuesta coyuntural derivada de una agenda política con miras a la senaduría de 2024 y la gubernatura después.
No existe duda de que el cambio que detendrá el deterioro vendrá de una sociedad educada, pero es difícil creerles a los políticos. Para tomar en serio la intención educadora habrá que involucrar a muchos actores sociales, uno de ellos, y muy importante, son los medios de comunicación.
Aun cuando no existan más que buenas intenciones, la pretensión educadora tocará intereses de algunos grupos de presión que se opondrán con cualquier motivo y ya encontrarán la forma de descalificar cualquier esfuerzo que trate de detener el deterioro conductual de la gran masa oaxaqueña: es burgués, es opresivo, es discriminatorio, es excluyente y toda una serie de descalificativos que los agitadores guardan en su arsenal.
No deja de llamar la atención que la pretensión educadora surja del grupo político de los agitadores que crearon el desastre oaxaqueño. Los que invadieron y despojaron grandes terrenos, llenaron de ambulantes las ciudades, los que acabaron con la educación básica y superior, los que han hecho de los desmanes, bloqueos y plantones su modo de vida, los que se burlan de la ley, los destructores de la infraestructura urbana, ahora reunidos en el nuevo partido hegemónico.
Para educar es necesario algo de lo que carecen notoriamente: el buen ejemplo y la autoridad moral.
El diagnóstico es correcto y la solución propuesta también: educar. El problema ahora es quienes y cómo darán esa educación a una población altamente indisciplinada y acostumbrada a victimizarse.
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