Cuauhtémoc Blas
El cacique mexicano por antonomasia, Gonzalo N. Santos, El Alazán Tostado, gobernador de San Luis Potosí a mediados del siglo pasado, como sincero político corrupto solía decir: “La moral es un árbol que da moras o sirve para una chingada”. U otras perlas como estas, respondiendo a una pregunta: “¿Usted es de San Luis Potosí?” “No, San Luis es mío”.
Si nos ponemos a revisar cuántos émulos del Alazán hay en México, no acabaríamos, caciques grandes, medianos y chicos. Por eso la decisión de la presidenta Claudia Sheinbaum de poner límites al nepotismo y a la reelección—qué conducen al caciquismo—, no solo da un viento fresco a la política nacional sino la fortalece a ella como mandataria. Con esto muestra que conserva los hilos del poder presidencial, y que puede corregir las desviaciones de sus cogobernantes.
En un discurso enérgico ante la clase política, en la ceremonia de aniversario de la Constitución de 1917, anunció las dos iniciativas al Congreso de la Unión.
“No reelección a ningún puesto de elección popular y la prohibición expresa de que ningún familiar puede suceder de manera inmediata a otro, tratándose a un puesto de elección popular, es decir no al nepotismo”.
OTROS LASTRES SIMILARES
Hay otro lastre similar que requiere de la misma atención, lastre que se encuentra definido en las raíces mismas del Movimiento de Regeneración Nacional: no robar. La escandalosa corrupción en los poderes públicos hace necesario otro manotazo en la mesa para frenarla al menos.
Por lo pronto, hasta los beneficiarios del nepotismo y la reelección como Ricardo Monreal anuncian que apoyarán esas iniciativas presidenciales. Muchos apellidos están muy notoriamente en la estructura de los poderes. En los gobiernos de los estados y no se diga en los municipales, algunas familias han monopolizado el poder durante décadas.
Tortuoso será el camino de dichas disposiciones, por una parte, porque ya están en muchos cargos los familiares de los poderosos; por otra, porque esos poderosos han construido una hegemonía burocrática o territorial donde mantienen el control. Habrá que ver qué salida darán a su compulsión por seguir en el ejercicio del poder.
Esa misma energía deberá usar la presidenta para buscar corregir otras desviaciones en el gobierno y su partido gobernante, donde ante la ausencia del gato los ratones hacen fiesta. Asumir plenamente el simbólico bastón de mando, sin que implique ruptura ni conflicto con su antecesor, para cribar el equipo designado con el que llegó ala presidencia.
EL ANSIA DE PODER, VIEJO ASUNTO
El apetito del poder del hombre ha sido un asunto permanente. Sobre todo, del poder político, del poder público, del poder sobre los demás. Ya sea de un país, estado o comunidad. Guerras, conflictos, traiciones y todo lo que sea se desata por conseguir o conservar el poder.
El hombre nace malo, la sociedad tiene que corregirlo con las leyes, dijo el filósofo Thomas Hobbes. Sin embargo, cuando las leyes no se respetan las cosas se complican. Algunas instituciones han establecido límites a su dinámica de poder.
La Iglesia católica prohibió a sus sacerdotes el matrimonio 12 siglos después de que se creó dicha religión, en los concilios de Letrán, años 1123 y 1139, con el argumento del celibato como pureza y entrega a Dios, entre otros objetivos edificantes.
Además, y lo que fue la principal motivación de esa medida, es que al no tener hijos los príncipes de la Iglesia, obispos, arzobispos y papas, los hombres del poder en esa institución dejaban de pelear por heredar sus cargos a sus hijos. Una forma de paliar, al menos, este duro conflicto.
En las repúblicas instituidas de occidente, los límites del soberano fueron los parlamentos y luego la división de poderes. Los mecanismos de control siguen siendo necesarios, sin ellos pronto se erigen tiranos y tiranuelos que ejercen el poder a su antojo. En nuestras realidades regionales, los gobernadores y presidentes municipales no tienen controles, los diputados y regidores solo son sus empleados.
En vez de alegrarnos por mayores libertades y beneficios, nos queda esto de complacernos por retomar conquistas del pasado, el «Sufragio efectivo, no reelección» de la vieja revolución de Francisco I. Madero. Si seguimos dando dos pasos hacia atrás y uno adelante, ¿cuándo llegaremos?