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jueves, septiembre 19, 2024

Crónicas de la ínsula | Volver a las raíces de la Guelaguetza (I)

Reportajes

Cuauhtémoc Blas

Desde los años 20 del siglo pasado el nacionalismo indígena avanzaba en el país, pero la élite gobernante oaxaqueña, formada en el arte y cultura occidentales, no atendía esa política. Una revisión de los periódicos de entre 1931 y 1932 da cuenta de los actos culturales de la época: música clásica, obras de teatro y conferencias con temas occidentales.
Toda esa actividad se daba en el Teatro, estilo art noveau, Luis Mier y Terán (exgobernador porfirista), hoy Macedonio Alcalá. En los municipios de la entidad, estas expresiones artísticas se replicaban en sus modestas versiones: oberturas, piezas musicales de orquestas, Ana Bolena, poesías y discursos. De música, danza o bailables del folclor local no había noticia.

INTEGRACIÓN INDÍGENA AL DESARROLLO NACIONAL

Desde 1926, en el gobierno de Genaro V. Vásquez, llegaron las Misiones Culturales, iniciadas por José Vasconcelos en 1924. También inició la cercanía con la música y literatura “vernácula”, pero solo como fuentes de inspiración. Todas las letras eran en español. Los programas del gobernante y de su sucesor, Francisco López Cortés, eran elocuentes:

“Desarrollar una labor intensa y firme enderezada a incorporar a la civilización moderna, a toda nuestra población indígena, combatiendo resueltamente las plagas sociales que la explotan, extirpando sus vicios y cultivando sus numerosas virtudes”. (Indelebles, núm. 26. CCO, 2016).

La misión cultural de los gobiernos era impulsar a los pueblos indígenas hacia su “integración al desarrollo nacional”. La idea era atraer al indígena a la cultura occidental, rescatando, lo que la élite reconocía como sus virtudes.

Se dio por exaltar “nuestro espíritu: trajes, lugares, costumbres… a fin de eliminar de la literatura y de la música vernácula todo sentimiento ajeno y morboso”. (Diario Mercurio, Oaxaca, Oax. 10 de septiembre de 1931).

CANCIONES CON “RAIGAMBRE OAXAQUEÑA”

Bajo ese proceso ideológico se realizó en esos años un concurso de canciones con “raigambre oaxaqueña”, de donde surgen: Tortolita cantadora, El Nito, La Juanita, todas en español. El primer lugar lo obtuvo El Sarape oaxaqueño, con letra de Juan G. Vasconcelos y música de Samuel Mondragón. Dos conspicuos personajes de la aristocracia del Valle.

Con personajes de esa aristocracia y en ese marco cultural que ellos mismos administraban, al lado del gobierno, se crea el Homenaje Racial, antecedente directo y casi idéntico de la Guelaguetza. La intención fue clara: Diseñar no una muestra de “originalidad indígena”, menos una reunión de “hermanamiento” sino un espectáculo “racial”, con el que los indígenas vinieran a postrarse ante la Gran Señora Ciudad de Oaxaca en sus 400 años, a entregar sus bastones de mando. Así sucedió.

En 1932 se vendieron boletos para recaudar fondos al elegir a la Señorita Oaxaca, pero luego se prescindió de esa figura y se incorporó a la Diosa Centeótl, siempre una mujer joven que representara a esa Diosa del Maíz.

Diosa traída por los aztecas -cuando dominaron a los zapotecas-, que presidía las viejas ceremonias y al final era sacrificada para pedir la gracia de aquellos dioses, fue incorporada para dar lustre a la nueva fiesta, en un acto de ornamentación, siempre fortaleciendo el espectáculo turístico de la Guelaguetza.

SOLO DE USÓ EL NOMBRE GUELAGUETZA

Diversos elementos de los pueblos indígenas fueron tomados para la variada nomenclatura de la citadina Guelaguetza, concepto este último que casi nada tiene que ver con el original que alude a ayuda y colaboración comunitaria. Solo importó tomar el eufónico nombre para el espectáculo turístico, no incorporar a la tradición indígena.

La confusión de los funcionarios de las Secretarías de Cultura y de Turismo de Oaxaca, Saymi y Víctor Cata, quienes hablan de volver a nuestra originalidad indígena, desconcierta más a la gente, que exige dicha originalidad dando por hecho que se trata de volver a las raíces de los grupos étnicos de Oaxaca. Esto, además, sería imposible pues nunca existió en la antigüedad alguna fiesta de “hermanamiento”. Es el costo de plantar en esas dependencias a funcionarios 90 por ciento serviles y 10 por ciento fabuladores.

Las raíces del espectáculo actual están en la creación de aquella aristocracia del Valle de la fiesta de los 400 años de la Ciudad de Oaxaca. Creación en donde no participó ninguna región, municipio o grupo indígena; solo fueron llamados los indígenas seleccionados por los organizadores a rendir pleitesía a la Gran Ciudad. ¿De qué hablan cuando ofrecen volver a las raíces de la Guelaguetza?

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