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viernes, noviembre 22, 2024

«Generación idiota”, una confesión de partes

Reportajes

Por Dimas Romero González

En una colaboración reciente, me referí a la obra “Generación Idiota” -que no tenía completa-, con la que tropecé en la búsqueda de materiales didácticos con los cuales alentar a mis alumnos de filosofía, para que vean en su estudio una herramienta para transformar la convulsa sociedad en que vivimos y que, para cuando sean adultos, estará sumida en el caos total. Bueno, finalmente obtuve el libro y puedo hablar con mayor conocimiento de causa.

Al ver en ella al autodenominado “derechista”, Agustín Laje, quien se escandaliza con los estragos que el capitalismo ocasiona en la educación y la conciencia de los seres humanos, se me viene a las mientes la anécdota de que en la invasión de París por los nazis en 1937, un embajador, al observar el Guernica, que reflejaba los horrores que sufrió esta ciudad, reducida a escombros, le preguntó con desprecio a su autor: ¿Ha hecho usted esto, Monsieur Picasso…? No -respondió el pintor- lo han hecho ustedes…”.

Decía en esa ocasión que la tarea de los “intelectuales” del tipo de Laje es contener a todos aquellos que se sobreponen a la enajenación sistémica, para atraparlos en esta bazofia seudocrítica, evitando así que lleguen a la conclusión de que el “adolescentrismo”, que tan furibundamente critica, es en realidad producto del aparato ideológico al servicio del capitalismo que, movido por su insaciable afán de ganancia intenta evitar que las masas explotadas se concienticen, organicen y decidan luchar para exigir que se les proporcione la porción de la riqueza social que les pertenece, por ser quienes la producen.

No creo necesario perseguir su pretenciosa y chocante erudición, que cita en exceso a filósofos moralistas de la antigüedad para resaltar la valoración de los ancianos por su sabiduría y experiencia, para luego recurrir a los hombres del Renacimiento cuando el hombre renace al adquirir madurez con el desarrollo de las ciencias y, finalmente, a los sociólogos de nuestro tiempo, a quienes recurre para intentar demostrar que la sociedad es dominada por los adolescentes que se “imponen” con su moda, sus gustos y su falta de conciencia.

En fin pues, este libro no presenta ninguna novedad, sin embargo, resulta ilustrativa la confesión de partes que en él hace, quien conoce a fondo los mecanismos que el sistema usa para imponerse con la aprobación y contento de las masas populares.

Queda al desnudo que la enajenación empieza a temprana edad reduciendo la educación a la enseñanza de oficios o profesiones que sirven a la producción capitalista. Se ha socavado la autoridad y papel formativo de la familia, antes con la televisión, hoy con los “teléfonos inteligentes” que mediante los llamados cartoons imprimen a los niños, patrones de conducta que desconocen o ridiculizan la autoridad de los padres, complementada con la industria del entretenimiento e instituciones y organismos de ámbito incluso mundial como la ONU, fomentando la llamada diversidad sexual y el aborto, desarrollando un marco legal que va resaltando los derechos de los niños y disminuyendo el control paterno sobre ellos, preparando el terreno para que la sexualización de la niñez se extienda sin cesar. Alcohol, drogas y tabaco abundan cada vez más entre los niños y adolescentes.

Así se han “producido” literalmente ciudadanos que han sido impregnados de una sobrevaloración de sus emociones y deseos que se han llevado al grado de exaltación instintiva en una especie de animalización sexual y de irracionalismo en términos de identidad, como el hecho de promover un lenguaje inclusivo que usa la “e” para diferenciarse de lo femenino y masculino o, negar las determinaciones biológicas del sexo, pues el género es entendido como construcción cultural, la identidad sería dada por el género, que se puede elegir y no por el sexo al que hay que desaparecer, de esta manera, haber nacido hombre o mujer no significa que uno sea un hombre o que sea mujer. El fomento de esta distorsión se observa con ofensiva nitidez, cuando vemos, por ejemplo, que Facebook ofrece 54 opciones de género a sus usuarios a la hora de abrir un perfil en la red social.

Mas aún, esta enajenación se exacerba en todos los ámbitos de la sociedad que se fragmenta exaltando la raza o la etnia, el género, el feminismo, los hábitos alimenticios, llevando esta dispersión al terreno de las luchas por su reconocimiento, que genera conflictos y nuevos movimientos contra todo lo que pueda contrariar sus concepciones que ellos consideran como opresión. De esta manera, se redirigen los antagonismos sociales, atomizando, separando a las grandes masas trabajadoras para que sean más fácilmente explotadas y conducidas.

Este proceso de enajenación tan exitoso para el sistema, está en una etapa en que corremos el peligro de que se nos reduzca al nivel de animales, con la creciente reducción de la capacidad lógica y de aprendizaje de nuestra juventud, que se sumirá en el peligroso entorno del llamado “Metaverso” con el uso de un Ávatar -identidad virtual que sumerge a los individuos en un videojuego o aplicación web- que se podrá desplazar por diversos escenarios, interactuar con otros de maneras aún desconocidas y recibir sensaciones en el cuerpo a través de sofisticados sensores. La vida convertida en juego con consumo adictivo de la tecnología.

Finalmente diré que no tiene caso profundizar en la pueril propuesta de combate a esta “idiotización” de la que se espanta Laje, que no va más allá de adentrarse en el núcleo familiar educando a los niños según los valores de nuestra individualista sociedad, preocupándonos por nosotros mismos y salir de este pantano mediante el aculturamiento personal.

Ante esta lectura, no encuentro otra cosa más urgente de decir, que los antorchistas debemos reforzar con mayor decisión nuestra tarea educativa y concientizadora de las grandes masas populares, acrecentando los resultados pedagógicos de nuestra actividad cultural y deportiva, mediante los cuales inculcamos en los niños, jóvenes y ciudadanos en general, el amor por lo bello, lo pulcro, y la comprensión de formarse como individuos recios, fuertes, competitivos, con deseo de triunfo, resaltando la importancia de la solidaridad, la unión y la hermandad con los que sufren, al igual que nosotros, aspectos que deben complementarse con el estudio sistemático de la verdadera ciencia y por supuesto, con la guía del materialismo histórico y dialéctico.

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