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sábado, septiembre 7, 2024

La Central Ratonera

Reportajes

Fer Amaya

Ella habita con nosotros el monte de cuahuilote, quiebraplatos y toloache en donde a todos nos pega la insomnia. El día que la vimos aparecer con su guirnalda de guajes por los apantles donde las ranas usan autotune para croar, pensamos que uno de los más tenebrosos predictos del apocalipslips estaba por cumplirse. Trotacalles llegó con su cara roja a donde estábamos nosotros y apenas si pudo exclamar: “Laila, Laila”.

Tremencia le miró lo ojos y corrió con rumbo a la autoautopsia para abordar una ambulancia intentando escapar de la masacre. L4L4 farfulló entre dientes: “y eso a mi qué, que se salven los que le deben a Coppel o a los colombianos de las tandas. Quienes no nos movimos del lugar, acatamos la predicción de L4L4 y vimos, ya casi a pura cuenca, como se desbordó un caudal de lava desde los fortines de la Queantesera. La siguiente ves Laila antes Dones, ahora Moraes, apareció con unos maceteros colgados del esternocleidomastoideo, y puso a L4L4 y a J0J4 a zapatear sobre la lava que se derretía. “Esto es absurdo”, dijo Sárape, “en abono a mi desdicha, la Laila que tanto amo, calza suelas de motocarro”. Le dije: “Sárape, no arguyas en detrimento de las marsopas, que esto apenas empieza, y hace falta ver como los disfuncionarios de la Colchor Covacha se desnudan para tomarse su baño de ceniza en el columpio de Ixcotel.

Al pronunciar Ixcotel, el que esto escribe y Sárape, sospecharon que el viaje de sus acémilas voladoras había terminado en el Llano, decidieron buscar un barquillero para quitarse la sed e irse a hacer cola al tabuco donde Laila antes Dones, después Moraes y ahora Peraes, repartía pegatinas capaces de sosegar al cebú más despavorido de aquellos que mordisqueaban azucenas en el Jardín Conzatli. Con la lucidez recién adquirida, el de la pluma y Sárape, indagaron con gúgol maps la ubicación de su puesto de tortas preferido, pensaron en dos de salchicha local y en su posterior deglución con sendas porciones de nicuatole. Felices por su regreso al planeta de los cuerdos, comieron sus tortas, bebieron tejate y fueron por sus pegatinas allá donde Laila ahora López, antes todo lo demás, dirigía un coro de ranas metidas en la necedad de cantar una variación del canto final de esta colposcopia llamada “muere sol de los montes”.  

Capítulo dos: Laila, Sárape y el de la Pluma en Cipolite. La tarde-noche de aquella mañana-tarde, el bosque de cuahuilote, quiebraplatos y toloache se movió quejumbroso a Cipolite, entre las desavenencias y resquemores de una lava venida a menos. Tal bosque se plantó hasta nuevo aviso sobre la playa de hacer él amor, con el agregado de unos quebrachos, guarumbos y espinos que se sumaron en la trayectoria que siguió desde el barrio de Jalatlaco hasta el sitio referido.

Como por arte de magia aparecieron Laila, Sárape y el de la Pluma en aquella playa arbolada; L4L4 y J0J4 llegaron después, puesto que sus nombres implican una mayor dificultad para escribirse. Nuestro sonrojado grupo extrañaba la presencia del famoso Trotacalles que, al parecer, tomó por otro rumbo, o prefirió no ser mencionado en esta nueva etapa en donde sus amados condiscípulos portaban un traje típico auténtico y nada extranjerizante: chanclas de gallo y lentes solares de color amarillo. Los lentes de Sárape eran especiales, pues de día se oscurecían y de noche se aclaraban. Quiere decir que su voz en horario diurno era turbia, y en el nocturno tenía un sabor a membrillo refrigerado.

Laila les pidió a sus amigos que fingieran una coreografía entre los árboles mientras ella cantaba “Un puño de arena”, y sus correligionarios lo tomaron muy en serio, porque si llegas a la playa en mención los vas a encontrar jugando a correr y echarse arena mientras suena el calabazo con el cual Laila les marca el ritmo. Several y Tamaro llegaron con los canutos y el café. Sirvieron para cada anfitrión una porción del mismo; en el acto bajó Laila Dones con un gotero de mezcal, y aplicó dos gotas en cada cañuto. La virgulilla de la ñ llegó con Laila. Con ese estilo innovador todos mezcalearon y lanzaron consignas lo mismo contra la expropiación petrolera que a favor de ella.

Cuando terminaron su dotación de “veneno-que-no-mata-engorda”, se pusieron a jugar matatenas con trocitos de cáñamo curiosamente atados por Several y Tamaro con yacua de plátano macho. Son los tiempos finísimos Sárape, qué le vamos a hacer, dijo la tía cuando fletarse quería. La vida es el folclor de los listos, la chimenea sin humo, y el mole con salsa Catsup. Casi a punto de llegar al clímax de sus cohabitares desmedidos, Several y Tamaro convocaron a una ola tremenda que cogió a todos por sorpresa y los fue a explayar por territorios de Xoxo. En el longevo archipiélago de Xoxo, Laila la de antes se estimulaba con dentrófico. Se dijeron con L4L4 y Several que era mientras pegaran las matas de copal y sativa que Tamaro rescató de la megaola, así como pudo salvar una dosis de estricnina y dos de estomaquil, para esos enseres de hacer pan alucinógeno como era su costumbre. Reunidos en la famosa Plaza de la Chanza, después de meterse su emplasto hasta debajo de los párpados, empezaron su cometido de transformación.

Mickey Mouse bailaba la Sandunga y el pato Donald zapateaba la Malagueña Curreña dando tremendos suelazos contra la madera del templete; en especial, Laila ahora Mores portaba hecho trizas el traje de la Sandunga y miraba a Tamaro con ojos de lora endiablada. Y así. Un suceso qué pasó desapercibido para todos, incluso para el pueblo, fue que la Central Ratonera se mudó al palacio de Gobierno de la Que-antes-era, y empezaron la debacle, las querellas, los odios, las muertes y el fin del mundo. En pocas palabras, todo empezó a podrirse.

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