El Renacimiento, época que se ubica entre los siglos XV y XVI, debe su denominación al hecho de que los sabios de la naciente burguesía, acuciados por la necesidad de desarrollar la producción Capitalista, retomaron la ciencia y la filosofía antiguas, para romper las cadenas de la sociedad feudal -sustentada en la ideología religiosa-, que mantenía a los trabajadores enclaustrados en las haciendas, impidiendo el desarrollo del mercado. Fueron pues, las distintas disciplinas científicas, las que rompieron el dique, así surgió una pléyade de hombres como Leonardo Davinci y Nicolás Copérnico, por ejemplo, quienes retomando la filosofía de Heráclito, Epicuro y Demócrito, dieron un salto cualitativo al convertir la investigación especulativa en experimental, sentando así las bases del método materialista del conocimiento.
Pues bien, un artículo de orientación marxista publicado hace unos días en la Revista Jacobin, señala que el neoliberalismo tiene aprisionada a la innovación científica. El autor Simón Grassmann, sostiene que los artículos y patentes disruptivos, que se definen como publicaciones que cambian la dirección de un campo, redefinen la ciencia ya existente y tienen el potencial de transformar nuestra comprensión del mundo, han disminuido drásticamente en las últimas décadas, porque los investigadores, por la urgencia de recibir financiamiento, se ven obligados a producir más rápido de lo que la curiosidad indagadora lo permite, para lo cual, deben contratar personal de ayuda que se dedique a realizar el trabajo práctico, mientras ellos investigan. Es decir, que el modelo académico, cada vez más competitivo y basado en métricas, desalienta la creatividad y la asunción de riesgos, lo que a su vez, se debe a la mercantilización de la investigación y la explotación de los trabajadores, como producto del capitalismo en constante expansión.
Para recuperar la ciencia disruptiva, Grassmann propone limitar el esquema de competencia, reforzando la financiación garantizada de las instituciones, eliminando el método de concurso para obtenerla, especialmente para los jóvenes investigadores. Además, reducir la puntuación con base en la valoración por el número de publicaciones que éstos realizan y, por último, combatir el nepotismo, la discriminación y aumentar la democratización en la toma de decisiones, dando poder a los estudiantes de doctorado y postgrado mediante los sindicados.
Sin ser académico, mucho menos investigador, considero que el tema en cuestión es de suma importancia, pues aporta una prueba más de que el modo de producción capitalista, hoy en su forma neoliberal, hace mucho que dio todo de sí y que es ya, en su conjunto, una traba insalvable para el desarrollo de la humanidad, pues ha sido la ciencia, es decir, el conocimiento racional de nuestra realidad, lo que ha permitido sortear las etapas difíciles que hemos enfrentado y sin la luz que ella brinda, estamos a oscuras.
Sin embargo, la verdadera importancia de la publicación aludida, estriba en que permite ver que a pesar de que se nos alerta que la ciencia se encuentra en la camisa de fuerza capitalista que la aprisiona, la conclusión a que se llega es acientífica, porque el análisis se mantiene en el terreno de recomendaciones cosméticas, encerradas en la teoría democrática burguesa, que propone simples ajustes en las instituciones y en nuestra sociedad en general, para resolver problemas sistémicos que requieren un estudio con más profundidad y extensión, que nos llevará a la conclusión de que urge una revolución radical en todos los ámbitos de la sociedad y no remedios de curanderos timoratos.
Se necesita identificar en qué ámbito de la realidad es donde se encuentra la contradicción de la ciencia, hasta ahora sin resolver. Recordemos que fue precisamente la ciencia quien derrotó al oscurantismo ideológico de la época medieval, armada con el método materialista de investigación aplicado a las ciencias naturales, pues la producción no se podía desarrollar porque la ideología aprisionaba a la filosofía y las ciencias. Hoy lo que necesitamos de nueva cuenta es ciencia, ciencia y desterrar el temor que nos dan las conclusiones a que ésta nos lleva. Ha llegado pues, la hora en que la ciencia materialista, cuya forma más acabada es el marxismo-leninismo, sea retomada, aplicada y ajustada a los tiempos en que vivimos. Por tanto, los que luchamos genuinamente por construir una sociedad mas equitativa para quienes crean la riqueza con su fuerza de trabajo, debemos, así como los renacentistas, tomar el marxismo, como punto de partida, como la herramienta más idónea para llevar a la humanidad a que salte este dique en que hoy se encuentra aprisionada, toca a los luchadores sociales, no a los científicos romper el dique.
En el renacimiento, fueron las ciencias naturales las que se necesitaban para conocer el mundo y la naturaleza, y con este conocimiento, transformarlos, hoy los confines del planeta han sido superados y estamos enfilados al espacio, es decir, la contradicción sin resolver no está en el dominio de la naturaleza y su transformación para satisfacer las necesidades humanas, sino en la esfera social, en la distribución de la riqueza social. El capitalismo ya no permite avance para las clases explotadas, como sí lo hicieron los saltos de la comunidad primitiva al esclavismo y de éste al feudalismo. Hoy la burguesía empobrece a los trabajadores cada vez más, y por un tiempo se verá obligada a mantenerlos con vida, con la creación de programas sociales, pero ya se asoman en el horizonte los intentos de deshacerse de la población superflua. Ello y no otra cosa es el nuevo modelo capitalista digital, el llamado “Gran Reinicio”.
Hay una contradicción cada vez más insalvable entre la generación de riqueza y su distribución, la obtención de ganancia atenta ya contra la vida de la misma especie, por ejemplo, la ley de la Tendencia Decreciente de la Tasa de Ganancia capitalista, confirma que durante los últimos 40 años, las ganancias del capital en el mundo, han disminuido 28% en promedio, situación que explica las medidas económicas, políticas y bélicas del Imperialismo para competir con ventaja, saquear o derrotar a otras economías en el mundo y subsanar la creciente reducción de plusvalía en la producción. Vivimos una crisis mundial generalizada, llena de incertidumbre acerca de la supervivencia de la especie humana, como producto de los crecientes conflictos a que nos ha llevado este modo de producción, que en su insaciable afán de acumulación de riqueza, nos aproxima a la III Guerra Mundial.
Lo que se necesita pues, es una forma de organización social distinta, superior, formada sobre la base del interés colectivo y no del individual. La realidad poco a poco va demostrando que estamos en el salto a ese tipo de sociedad, por ejemplo, y acorde con el tema que nos ocupa, según la Organización Internacional de la Propiedad Industrial (WIPO, por sus siglas en inglés), en el Ranking mundial de solicitudes y patentes por países, China ocupó el primer lugar en el mundo en 2021, con 1 millón 597 mil 141 solicitudes de patentes, contra 597 mil, 141 de Estados Unidos.
¿Por qué? Porque ha organizado su sociedad tomando como base los planteamientos del marxismo-leninismo, que no es otra cosa que el conocimiento científico a cerca de la sociedad, que planteó hace más de cien años, cuál es el siguiente escaño en la evolución de la organización social de la humanidad. Así de sencillo.