La ciudad palpita como un organismo vivo, sufriente. Por agencias y colonias se observa molicie, abandono; olvido por parte de un gobierno que anuncia una transformación que nunca fue, que se quedó en peregrina idea, ocurrencia. Este es el caso del Circuito Interior.
Iniciada la pavimentación en las últimas horas del sexenio de Alejandro Murat, el gobierno de la Primavera -pasados siete meses de iniciada la gestión- la olvidó.
Los automovilistas que frecuentan la zona que se ubica entre el llamado Puente Bicentenario y el Parque del Amor padecen la circulación que los recibe con las venas abiertas.
A un costado corren las pestilentes aguas del Río Atoyac, al otro las casas de una colonia proletaria que creció a un extremo de la antigua fábrica de triplay. Más allá del río, el montón de basura que el municipio acumula tras la Central de Abastos.
Los mototaxis que circulan entre san Juanito y San Martín, como pueden libran el tramo hundido del pavimento que, a pocos días de ser inaugurado sufrió severos daños. El tramo luce abandonado, vuelan al viento bolsas de basura, deambulan perros famélicos, en un lote baldío los comerciantes instalaron un improvisado tianguis.
La zona luce peligrosa, frecuentada por drogadictos y desempleados, una casucha de cartón emerge entre las aguas negras y las cañas de carrizos, antes del río.
El Circuito Interior muestra el mal gobierno, el olvido de las colonias populares en dos administraciones que parecieran opuestas: una, la de Murat, de los del privilegio, la otra, de Salomón, que maneja el discurso de primero los pobres.
Corren siete meses ya en que la vía pensada como circuito rápido que desahogaría el tráfico en Periférico, luce su carne viva, abierta.