Por Blanca Padilla
El obispo emérito Salvador Rangel anunció que NO presentará denuncias por “tanto mal le han hecho”. Decidió perdonar a las personas que lo han revictimizado producto de la desinformación. Pero, ¿fueron los medios los que expusieron al obispo? ¿Por qué a estas alturas de su vida sale a la luz su doble vida?
En fin, eso dijo, a través de la cuenta de la Conferencia del Episcopado Mexicano (@IglesiaMexico) este obispo que se erigió en mediador entre jefes del crimen organizado, amigo de Rubén Figueroa Alcocer, el Tigre de Huitzuco, sempiterno cacique de Guerrero coludido con el narco, represor y asesino de luchadores sociales entre 1970 y 1990.
Recordemos que el Episcopado denunció la desaparición del obispo emérito de la Diócesis Chilpancingo – Chilapa el 27 de abril. Que, en un primer momento, el fiscal Uriel Carmona, declaró que pudo tratarse de un secuestro exprés. Pero, días después, el Comisionado de Seguridad de Morelos, José Antonio Ortiz, dio a conocer que el prelado fue ubicado en un hotel en Cuernavaca al que llegó de forma voluntaria, acompañado de otro hombre con el que había estado previamente en una pizzería.
También, cabe destacar que el obispo fue hallado bajo los efectos de algunos narcóticos y con signos de haber mantenido un encuentro sexual.
Los medios lavacaras, se han llenado la boca diciendo en su favor que es un adulto y que puede hacer de su vida sexual lo que le plazca. Y eso sería correcto si se tratara de cualquier mortal. Pero, es un obispo. Además, emérito. Y la Iglesia católica les exige a los sacerdotes castidad, además de que siempre ha condenado la homosexualidad. Entonces, sí el se subió a ese pedestal de santidad, por congruencia, lo mínimo que se le puede pedir es que lo respete. Por él mismo, por la iglesia a la que representa y por la comunidad a la que se supone que sirve.