Crónicas de la ínsula/ Cuauhtémoc Blas
Con la simulación de la superioridad moral de los pueblos indígenas, los gobiernos han exaltado prácticas indígenas que les convienen, pues sirven para sobreexplotar a los ciudadanos en sus contextos originales y en las ciudades a dónde las han trasladado: hablamos del tequio, que no es un trabajo voluntario sino obligatorio, cuando lo usa una autoridad. Diferente a la gozona, mano vuelta o guelaguetza original.
El tequio ha sido adoptado por grupos políticos citadinos para hacer campañas políticas y propaganda, estos con la modalidad de trabajo voluntario al no ser autoridad y no poder obligar a las personas; lo cierto es que solo acuden sus seguidores o interesados “quedabien”. Fotografías, boletines de prensa y comentarios elogiosos salen a granel.
Lo singular del inexistente concepto de “tequio urbano” (tequio solo se entiende en las comunidades indígenas), es que grupos de ciudadanos lo han adoptado para suplir los servicios que sus negligentes autoridades municipales o estatales dejan de brindarles. Por un lado, la participación ciudadana siempre es sana, aunque llaman erróneamente tequio a su trabajo colectivo. Pero, por otro lado, estos ciudadanos realizan trabajos que así la municipalidad se ahorra de sufragar con los recursos públicos. Con la débil consciencia política, que inicia con mala calidad educativa, se ha dado un paulatino sometimiento de los oaxaqueños.
ATRASO POLÍTICO DE OAXACA
El atraso político de Oaxaca va de la mano con su rezago educativo y económico. Los indicadores del INEGI y de otras instituciones, que nos tienen en los últimos lugares, no dejan lugar a dudas. Sin embargo, se presenta a la entidad como la capital de la cultura en México, y como centro casi cósmico donde conviven de manera “ejemplar” 16 grupos étnicos.
Lo anterior es apoyado por una propaganda gubernamental desde hace décadas. Sobre todo, después de 1932, cuando surge el Homenaje racial, que luego sería la Guelaguetza. Inició la exaltación del indígena inasible o muerto, y se marginó al indígena vivo. Este último no cesa de sobrevivir en la pobreza. Por cierto, los indígenas no se ven, ni siquiera en las gradas gratuitas del Auditorio, ese espectáculo para el turismo.
Entre la propaganda del gobierno, de indigenistas-arribistas coludidos con el poder y de otros grupos, que ha logrado meter en la cabeza de los gobernados, figuran dos. Son elementos de la vida de los pueblos de usos y costumbres, que los ciudadanos han llegado a aceptar de manera acrítica.
El primero es el consabido tequio, práctica centenaria de los pueblos indígenas que fue creado para obligarlos a brindar trabajo gratuito. «Por ser la mayor parte de maceguales (gente como acá decimos de la ínfima plebe), hostigados y ponderosamente gravados del tequio, que es el trabajo de lo que los mandones imponían sobre la debilidad de sus flacas fuerzas». (Fuentes y Guzmán, Recordación Florida, 321.) — «Porque al indio rico que le toca la vez del tequio, le sirve uno de aquellos maceguales».
Larga definición de tequio de Francisco J. Santamaría (Diccionario de Mexicanismos), que ya hemos citado en trabajos anteriores. Como señala el último párrafo: el indio rico puede pagar a otro para evitar ese trabajo. Aún hoy se da esta dinámica, o, peor todavía, quien no acude al tequio deberá pagar una multa de 200, 500 pesos o más a su autoridad.
TEQUIO PARA BURÓCRATAS
El tequio no es voluntario en ninguna parte donde lo impone una autoridad. Que lo digan en la Ciudad de Oaxaca los burócratas de contrato que son obligados a salir a trabajar su día domingo, a barrer las calles o pintar banquetas, so pena de perder el empleo. Son empleados del ayuntamiento de Oaxaca y del gobierno del estado.
Ya no sabemos si es abuso o ignorancia, pero hasta una Secretaría del Tequio se acaba de crear en el gobierno actual. Aunque se trate de una Secretaría bonsái, es innecesaria una institución para coordinar a otras en barrer y pintar calles. En las comunidades indígenas, todavía es posible que la gente dé tequio para hacer las nuevas carreteras, como en la época de la colonia abrían los caminos para sacar las cosechas del hacendado o construir la iglesia.
Digamos que hasta aquí se entiende cómo quienes tienen el poder pueden manejar ese mecanismo de sobreexplotación. Pero solo en Oaxaca algunos vecinos y ciudadanos se organizan para limpiar calles y jardines bajo el supuesto de tequio: ya cada fin de semana quieren quitar el descanso a los vecinos y ponerlos a dar “tequio”. El descanso de fin de semana es consustancial a la jornada laboral, es imprescindible, no es para echar la flojera.
SOLAMENTE EN OAXACA
En otros estados y ciudades los empleados municipales son a quienes vemos limpiar calles y áreas verdes. Hay recursos públicos para ello, a nadie se le ocurriría salir con su escoba a hacer ese trabajo. Lo que no quiere decir que algunas veces se organicen para sembrar árboles u otra actividad ocasional.
Al hacer el trabajo de las autoridades, estamos fomentando su indolencia, así como el mal uso de los recursos, pues si los gobiernos no invierten en brindar los servicios a que están obligados, ¿quién se queda con esos recursos? También fueron los ciudadanos, no la autoridad, quienes implantaron el paso de los vehículos con el llamado “Uno por uno”, ante la falta de semáforos. La autoridad se ahorra ahora en semáforos, hasta en lugares donde son necesarios (Armenta y López y Arteaga, en Fiallo…)
Los ciudadanos ya no piden repavimentación sino programas de “bacheo”. Nos hemos ido ajustando a la baja, en vez de exigir los servicios públicos, hacemos el trabajo. Se dirá que, ni modo, ante la irresponsabilidad del gobierno los ciudadanos tienen que hacer algo, limpiar, arreglar. Pero, entonces, ¿para qué tenemos gobiernos?
El segundo elemento tomado de usos y costumbres y exaltado, es la elección en Asamblea General. Facciones como las magisteriales de la S 22 han recurrido a esa “riqueza cultural” para no realizar elecciones por voto universal y secreto, sino mediante delegados, violando la Constitución y sus nuevas reformas, para repartirse el poder. Un tema para otra entrega.
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