Hay días, semanas en que la sociedad entera amanece con el pie izquierdo, cargada la espalda con el mal fario. Días, horas en que en el ambiente prevalece el olor a pólvora, el sonido seco de los casquillos percutidos al rebotar en la banqueta, vacíos; en Oaxaca, la semana que recién pasó fue una de esas, en que al menos diez personas al saber lo que les esperaría hubieran preferido quedarse en la cama.
En las primeras horas de este lunes Juan Alexis, 27 años de edad encontró la muerte por percusión de arma de fuego en la colonia Gustavo Pineda, en el área conocida como la subestación de electricidad, en Juchitán, corazón económico del Istmo de Tehuantepec.
Hay horas, digo, en que uno prefiere conservar los ojos cerrados, dar la espalda a los hechos, los números que corren sin freno hacia el cementerio; permanecer así, sin moverse, mantenerse sumido en lo más profundo del sueño.
Hay días, horas en que uno debiera quedarse en cama.
El hallazgo fue reportado por las autoridades de seguridad pública, en los registros se puede leer: cuerpo sin vida, consta en actas. Oaxaca entera alcanza los 10 asesinatos por día, las regiones que más figuran en los indicadores del delito son el Istmo de Tehuantepec, la Mixteca, Costa y Cuenca. Pero la región de los Valles Centrales no se queda atrás, también aporta su cuota diaria de asesinatos.
Pero, no vayamos con los registros oficiales, en las comunidades indígenas -como la zona Triqui- no paran de matarse. La política del gobierno federal no rinde frutos, su lema de abrazos no balazos no convence a nadie, o convence a todos: abrazos y balazos en los funerales.
La política anticrimen del gobierno estatal no existe, si se niegan a reconocer los hechos se niegan a tener una propuesta, un proyecto para la seguridad pública de los ciudadanos.
Muertos sobre muertos, más muertos. Y el gobierno dice que el tema es asunto de politiquerías, que municipios y regiones se encuentran en calma. Será el sereno, pero la entidad toda ya alcanzó los diez finados por día. A veces, de tanta información de muertes y reporte de hechos de sangre pareciera que se habita la ciudad sin ley, el sitio del vicio donde vivir sin matar la vida se desperdicia, como dice un verso de una antigua chilena de la Costa; las tierras donde matas primero, averiguas luego.
Parecieran los tiempos del lejano Oeste, los tiempos de a llamada ley sin ley, sin orden que los ponga a trabajar, a procurar la prevención del delito; arde Oaxaca toda de casos singulares, cada día los hechos se superan en la crueldad, no hay forma de hacer la crónica de la muerte que a cada disparo se supera.
El finde semana se pudo ver en vivo y a todo color la muerte por mano propia, un suicidio. Un joven se arrojó de del techo en la estación del CITIBUS de la Central, perdió la vida ante los inútiles ojos, incapaces brazos de la policía. De estos hechos se podría decir: más valdría no haber nacido, como aquel epigrama griego traducido por el maestro Pacheco; si, no haber intentado apartar las sábanas, no haber decidido incorporarse a realizar las acciones cotidianas: tomar el desayuno, salir a la calle, saludar a los vecinos.
El aire está cargado con el olor a pólvora, las paredes levantan los ecos del estruendo de las detonaciones; ya no basta ser bueno o mala gente, andar en pasos del delito o acudir puntual a tu trabajo, será suficiente con estar vivo para ingresar a la cifra de las muertes violentas conque el gobierno intenta justificar tanta ineficacia.